LA MANIPULACIÓN DEL SER HUMANO. UN FRACASO MÁS
El día 3 de marzo finalicé este artículo, pero por motivos que no vienen a cuento lo dejé en el cajón de lo no publicable. Sin embargo, hoy día 1 de abril, prácticamente un mes después, lo he retomado convencido que lo mejor es abrir la botella ya agitada de mi efervescente mala leche. Probablemente el detonante que me ha hecho replantearme su publicación ha sido un párrafo de la novela de Rosa Montero, La ridícula idea de no volver a verte, que sacada de contexto dice: “[..] Pero nada es tan horrible como profanar el cadáver de tu enemigo; porque si no eres capaz de comprender, de reconocer y respetar el dolor de sus deudos, es que tampoco puedes reconocer tu propia humanidad ni respetarte a ti mismo. […] La pena es pura y sagrada, y hasta en la muerte puede haber belleza, si sabemos vivirla”.
Ahí va el artículo:
Si bien es verdad que en cualquier guerra la primera de las primeras víctimas suele ser la información, sin embargo, no es la única y ni mucho menos la más importante. Las grandes victimas de cualquier conflicto bélico son todas y cada una de las personas que pierden la vida en él.
Sí, la información veraz debe ser desinteresada, y aséptica, por ser un bien y un derecho social inalienable; la desinformación, los bulos y las falsas noticias (Fake News) son elementos perversos en manos de gente sin escrúpulos cuyo único y supremo fin es lucrarse a costa de lo que sea, incluso de vidas humanas.
Tras la invasión de Rusia a Ucrania, porque aunque intentemos matizar lo que queramos desde un punto de vista histórico, social, económico o geoestratégico, esto es una invasión en toda regla y, si jamás las guerras han tenido justificación alguna, hoy, en pleno siglo XXI lo tienen aún menos. El desastre humanitario del que todos somos copartícipes, de una u otra manera, por acción u omisión, es de dimensión estratosférica.
Que esta es una guerra por asentarse como potencia geopolítica hegemónica, no nos cabe la menor duda, siempre ha sido así. De la misma manera que quienes la declaran no van a la guerra, también es evidente. La hecatombe a la que podemos estar abocados es de una dimensión que escapa a cualquier razonamiento humano. Pero es igual, aquí se trata de satisfacer egos, de poner encima de la mesa las credenciales del más poderoso. Joder, se está produciendo una masacre. Aquí hay un agresor y un pueblo agredido. Maticemos lo que queramos pero esta es la simple y llana realidad. Luego lo que se cuece dentro de esta barbarie es consecuencia directa de ello, por uno y otro bando; en esos momentos es cuando el ser humano saca a pasear ese monstruo que todos llevamos dentro.
Dejémonos de chorradas dialécticas. Estoy más que harto de escuchar a esos doctores y catedráticos de todo, haciendo concienzudos análisis políticos de las causas que han desencadenado la guerra pero que nunca o casi nunca aportan nada porque están ahí, en esas mesas de debates como chicos de todo y para todo, única y exclusivamente para ser el eco de la voz de su amo. Por eso están ahí siempre los mismos. Con ello no quiero poner en duda la buena intención de muchos de esos tertulianos, honrados periodistas y politólogos de altos vuelos, pero la verdad es que un altísimo porcentaje de estos analistas no tienen ni zorra idea de lo que dicen; una porque desconocen el tema, dos porque dan una opinión interesada y tres porque se olvidan que detrás de cada cifra, de cada número y de cada tragedia hay una vida humana que sufre o que se pierde. Detrás de cada persona o más bien en cada persona, hay mucho dolor y sufrimiento.
Pero sería más que conveniente que no nos distrajeran porque hay otras guerras, otros conflictos y frentes abiertos a los que la comunidad internacional, reflejada en sus medios de comunicación, no le está prestando la atención debida por motivos que todos intuimos y pocos los que nos atrevemos a denunciar, y eso es tremendamente injusto; véase por ejemplo los conflictos en Afganistán, Etiopía, Yemen, Israel y Palestina, Haití, El Estado Islámico, etc. Por encima del derecho al enriquecimiento de algunos, por encima del derecho a retroalimentar a los ególatras de turno, a esos oligarcas de la muerte, está la vida de todos y cada uno de nosotros, está el derecho a la vida de aunque sólo sea un único ser humano
Sin querer meter a todos en el mismo bombo, no hay que ser un genio, sino un observador del montón, para darse cuenta que, una gran mayoría de medios de comunicación (medios seguidos por muchísima gente y por tanto con gran repercusión mediática), son coparticipes del recrudecimiento de ciertos intereses con aire a rancio, a antiguo y parcial que lo resume y retrata muy bien la escritora Paloma Sánchez-Garnica en su libro ÚLTIMOS DÍAS EN BERLÍN cuando apunta en algunos de los capítulos, lo que ella ha llamado PRINCIPIOS DE PROPAGANDA DE GOEBBELS. Creo que merece la pena que el lector los conozca:
Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas.
Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.
Principio de verosimilitud.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
Principio de silenciación.
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
Principio de exageración y desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
Principio de vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas e3s limitada, y su comprensión, escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
Principio de simplificación y del enemigo único.
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio del método contagio.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Comentarios