Los robots. Leyes de la robótica o Leyes de Asimov. Caja Negra. Nudo Gordiano. Navaja de OcKham

 

(Imagen cedida por Asier Gil Marín)

La robótica, un campo que fusiona la ciencia y la ética, nos lleva a reflexionar sobre el papel de las máquinas en nuestra vida. La famosa cita de Isaac Asimov resalta la importancia de establecer límites en la inteligencia artificial, enfatizando que los robots deben seguir las instrucciones de los humanos, pero siempre bajo un marco de respeto y seguridad. Esta perspectiva es fundamental para garantizar que la tecnología sirva al bienestar de la humanidad.

La robótica  ha sido un tema muy recurrente en muchos de mis artículos, sin embargo en este voy a intentar algo diferente, voy a proyectarlo en el tiempo intentando  interconectar ideas muy relacionadas entre sí, partiendo de conceptos de la literatura clásica con las últimas novedades de la tecnología informática, y que probablemente para muchos de los lectores sea algo novedoso en el sentido de que nunca hubiesen pensado en lo interrelacionados que podían estar conceptos como: Caja Negra, Nudo Gordiano o Navaja de Ockham, muchos de ellos pertenecientes al mundo de la mitología más ancestral.

Aglutinar lo clásico con las tecnologías más avanzadas no se me antoja descabellado, muy al contrario: necesario. Buscar el origen de todo cuanto acontece nos enriquece como persona y nos lleva a alcanzar niveles de "CONOCIMIENTOS" superiores, que a la postre nos hace más humano en el sentido más amplio de su significado.

De todos es conocido que un robot es una máquina capaz de realizar tareas de forma autónoma o semiautónoma, a menudo programada para ejecutar una serie de instrucciones preestablecidas (algoritmo). Estas máquinas combinan mecánica, electrónica y programación para llevar a cabo actividades específicas, desde las más sencillas hasta las más complejas, y pueden operar en diversos entornos, incluyendo industrias, sanidad, educación, exploraciones espaciales, etc. 

El concepto de “robot” tiene sus orígenes en la cultura y el arte, mucho antes de que la tecnología moderna pudiera darle vida. La palabra “robot” fue acuñada en 1920 por el escritor checo Karel Capek en su obra de teatro R.U.R. (Rossum's Universal Robots). En esta obra, "robot" derivó de la palabra checa “robota”, que significa “trabajo forzado” o “esclavitud”. Los robots en esta historia eran seres artificiales fabricados para trabajar sin descanso, reflejando una mezcla de fascinación y temor hacia la tecnología y el futuro de la automatización.

En el plano histórico y tecnológico, los primeros conceptos de lo que hoy consideramos robots aparecieron en la antigüedad como autómatas, dispositivos mecánicos capaces de imitar acciones humanas o animales. En la Grecia antigua, inventores como Herón de Alejandría diseñaron mecanismos que funcionaban con sistemas de vapor y cuerdas para realizar movimientos simples. Durante el Renacimiento, el interés por los autómatas aumentó y figuras como Leonardo da Vinci diseñaron el “Caballero Mecánico”, una figura humanoide que podía moverse mediante un sistema de engranajes.

Sin embargo, fue en el siglo XX cuando el concepto de robot empezó a transformarse gracias al desarrollo de la electricidad, la electrónica y, posteriormente, la informática. Durante la década de 1950, George Devol inventó el primer robot industrial, llamado “Unimate”, una máquina controlada por un programa básico que podía manipular objetos pesados en fábricas. Este robot fue adoptado por la industria automotriz, iniciando la era de la automatización industrial, que se caracterizó por el uso de robots en tareas repetitivas y de precisión en entornos de producción en masa.

La llegada de la inteligencia artificial (IA), en la segunda mitad del siglo XX llevó a una nueva etapa en la evolución de los robots, con el objetivo de hacerlos más autónomos e “inteligentes”. Con la capacidad de procesar información y aprender de sus acciones, los robots comenzaron a realizar tareas más complejas y adaptarse a situaciones cambiantes, lo que amplió su uso a campos como la medicina, la exploración espacial, la agricultura y los servicios domésticos.

Hoy en día, los robots modernos se dividen en varias categorías: robots industriales, robots móviles, robots humanoides, drones y robots de software. Todos ellos incorporan tecnologías avanzadas, como sensores, inteligencia artificial y sistemas de control remoto, que les permiten desempeñar una gran variedad de funciones, desde ensamblar automóviles hasta realizar cirugías complejas y operar en entornos hostiles como el fondo del océano o la superficie de Marte.

En resumen, la historia de los robots refleja una evolución que va de los primeros autómatas mecánicos a los robots modernos, capaces de realizar tareas altamente complejas y autónomas. Esta trayectoria histórica y tecnológica ha convertido a los robots en herramientas indispensables en múltiples sectores, y ha impulsado una visión más sofisticada sobre lo que las máquinas pueden lograr en la vida moderna.

No obstante el desarrollo de estas máquinas ha llegado a tal grado de sofisticación, que ha hecho preguntarse a más de un docto en la materia por la ética que conlleva dicho comportamiento, lo que nos conduce a las tres famosas Leyes de la Robótica o Leyes de Asimov.

Isaac Asimov (nace en 1920 y fallece en 1992), fue un científico y escritor de ciencia ficción que elaboró un conjunto de normas que se aplican a la mayoría de los robots de sus obras, por supuesto diseñados para cumplir órdenes. Estas normas aparecieron por primera vez en el relato “Círculo vicioso” (Runaround) en 1942 y proponía lo siguiente:

Primera Ley.- Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño.

Segunda Ley.- Un robot debe cumplir las órdenes dadas por seres humanos a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley.

Tercera Ley.- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley.

Lógicamente, estas leyes han ido sufriendo modificaciones a lo largo de la historia por imperativo de la propia evolución tecnológica, de tal manera que Asimov, ante el dilema de la permanente interacción de los robots con el ser humano y por consiguiente ante la continua responsabilidad asumida por estos artefactos en la toma de decisiones formula la ley que llegó a llamarse Ley Cero.

Ley Cero.- Un robot no puede dañar a la humanidad o, por inacción, permitir que la humanidad sufra daño.

Estas tres leyes, junto con la Ley Cero,  no sólo forma parte de la ciencia ficción sobre la que se sustentaba al principio, sino que hoy día es asumida por el inconsciente colectivo y aún sigue siendo materia de debate dentro de la ética de la inteligencia artificial ya que buscan limitar los riesgos que puede presentar un robot  autónomo para la humanidad. Sin embargo, en la práctica resulta complicado prever cómo un robot interpretará situaciones complejas o ambiguas, y especialmente asumiendo que utilizan algoritmos de Caja Negra.

Un algoritmo de caja negra es aquel en el que los datos de entrada se transforman en resultados sin que comprendamos completamente los procesos intermedios que se dan. Esto plantea un reto al pretender asegurar que los robots actúen siempre de acuerdo a las leyes de la robótica, ya que, hasta el momento, no se puede entender y mucho menos predecir siempre cómo actuarán en situaciones imprevistas o críticas.

En algunos casos, intentar comprender estos algoritmos y sus decisiones parece un problema tan enredado y complicado como el Nudo Gordiano, una metáfora clásica que representa un problema en apariencia irresoluble de manera convencional. En la leyenda que da lugar al Nudo Gordiano, Alejandro Magno desata el nudo no intentando desentrañarlo, sino cortándolo de un solo golpe. Del mismo modo, en el desarrollo de la robótica, puede que haya que tomar decisiones o simplificaciones drásticas necesarias para resolver conflictos tecnológicos o éticos en la continua interacción entre los robots y los seres humanos.

Y es aquí donde entra el principio de la Navaja de Ockhan, que plantea que la solución más simple suele ser la correcta. En el contexto de la robótica e inteligencia artificial, este principio podría aplicarse para simplificar los algoritmos y mejorar su transparencia. Hay expertos en esta materia  y de gran predicamento, que se postulan por el estudio y uso de sistemas más simples y transparentes, que permitan comprender mejor cómo actúan los robots y la inteligencia artificial en cada situación, facilitando así el cumplimiento de las leyes de la robótica.

No es fácil sacar una conclusión de este galimatías: interacción entre robots y seres humanos, las leyes de la robótica y algoritmos de caja negra, al plantear problemas complejos que podrían compararse con la leyenda del Nudo Gordiano. Sin embargo, mediante la Navaja de Ockham, se sugiere la posibilidad de simplificar los sistemas con lo que se podría facilitar que los robots actúen de forma segura y predecible, cumpliendo con las expectativas éticas y de seguridad que los humanos tenemos respecto a ellos.


Si te rodean las sombras es que estás en el camino. (José Infante)

BIBLIOGRAFÍA:

Yo, Robot. Isaac Asimov.

El cerebro humano. Isaac Asimov.

Revista Muy Interesante: Alan Turing. De la máquina Enigma a la IA. Edición coleccionista

Wikipedia.

Algunas de las imágenes han sido generadas por IA.

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Hasta luego y suerte

Paco Gil Pacheco (@PacoGilBarbate) 





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