Hubo un tiempo en que el marinero negociaba con la mar.
Esta frase jamás la había oído y eso que soy barbateño y por ende un genuino producto de la mar. Sin embargo fue en boca de un viejo amigo y marinero de quien la oí.
Por mi expresión de escepticismo, él, avispado serviola en tierra, inmediatamente se dio cuenta de que no había captado el sentido de la misma.
- Mira Paco, los marineros de Barbate, como cualquier otro, hemos mostrado una actitud, nunca de sumisión pero sí, de respeto por la mar. Siempre hemos hablado con ella de tú a tú, hemos aceptado sus sabios consejos y en ocasiones nos hemos plegado a su santa voluntad; porque aunque no hayamos estado de acuerdo con sus decisiones, sin embargo en nuestro fuero interno reconocíamos que tenía más razón que una “santa” - el tiempo y los hechos se han encargado de ratificarla siempre - , como así lo recoge nuestro triste cuaderno de bitácora.
- Escucha Paco; nos hemos vuelto tan arrogante y tan engreídos que poco más o menos nos hemos convertido en pseudodioses y sólo por el simple hecho de que por “Ley Natural” hemos evolucionado y, en este proceso lógico – en principio de mejora - hemos fabricado máquinas que deberían únicamente hacernos la vida más fácil y no de ponerlas en sus manos como estamos haciendo. Paco, debemos volver la vista atrás, volver a nuestros orígenes y asumir quiénes somos y lo que somos y dejarnos de pamplinas, porque no somos nada aunque nos duela oír esto. Debemos volver a hablar con la Naturaleza en general y nosotros, en particular, con la “MAR”. Porque seguramente en nuestro silencio interior de muchas malas noches, ELLA nos de las respuestas que necesitamos a tantas y tantas preguntas que estamos deseando hacerle.
Una vez oí también una frase que decía.
¿Quieres saber cuán importante eres? Pues ponte a mear en las cataratas del Niágara.
Intento aplicarme este dicho.