En mi anterior artículo hacía una breve referencia a la cultura egipcia y más concretamente a sus grandes obras arquitectónicas. Un poco me servía de excusa para dar rienda suelta a mi indignación (e imaginación) por lo que yo entiendo es la realidad de lo que aquí, como en otras muchas partes está sucediendo. Pero aún importándome lo que por otros lugares de España suceda, lo que más me afecta es lo que sucede aquí, que no es poco.
Entre las muchas y maravillosas leyendas que circulan, desde el origen de los tiempos, hay una que especialmente me ha fascinado desde que era niño. Esta leyenda habla de la hermandad de los “Sabios Azules”, una hermandad que sólo se manifiesta cada mil o dos mil años (no recuerdo exactamente ahora). Y cada vez que lo hace es para buscar un hombre digno de recibir su conocimiento que ayude a cambiar la faz del mundo. Ese conocimiento lleva implícito otras ventajas muy codiciadas, como el acceso a la inmortalidad. Encontrarse con los “azules” es casi una garantía de que se nos va a entregar ese secreto.
Según algunos exégetas, ese momento, es un momento astrológico. No olvidemos que la cultura egipcia, es ante todo una cultura astrológica, como lo es la cultura maya, inca, azteca, celta y tantas otras de origen pagano. El amanecer de una mañana en la que, las estrellas de Leo ascenderán por el lugar de la “resurrección” en el Este y el pájaro Bennu, que los antiguos egipcios identificaban con la constelación del Fénix , marcará el Sur.
Éste es el momento, “El Tiempo”, como así también lo llamó el apóstol San Marcos, primer evangelizador de Egipto, ya que fue enviado allí por San Pedro, a la postre asentado en Roma, para buscar la más que posible iniciación de Jesús en los arcanos egipcios, durante su estancia en este país y, que de ser cierto pondría en peligro los cimientos de la Iglesia sobre la que se sustentaba el cristianismo.
Este “Tiempo”, hace referencia al periodo en el cual tendrá lugar la revelación, a ese hombre digno, del contenido del documento que el dios de la sabiduría egipcia, Toth, encerró en un cofre de piedra en el edificio del “Inventario” (situado en la sabia ciudad de Heliópolis y que se identifica en la mitología egipcia con el Santuario del Ave Fénix)) y que a su vez este cofre estaba encerrado en otros sucesivamente.
¿Y a qué viene esta clase de mitología se preguntarán mis dos o tres lectores? Sencillamente a advertir y señalar a que a lo largo de la historia hemos conocido a multitud de personajes que han ido en busca de este mito, que han visto en toda esta historia algo más que una leyenda. Su ambición los ha obcecado de tal manera que han perdido el contacto con la realidad, con el día a día, con lo cotidiano. No, han querido y lo han intentado, siempre por la fuerza de las armas, que no, por las de la razón. Recordemos personajes tan recientes como Napoleón o el propio Hitler (entre los muchos cientos de los que han existido).
Con este inciso sólo pretendo hacer ver que nuestra realidad es otra, es más simple, es ir construyendo nuestra historia pasito a pasito, que no necesitamos a salvadores, que somos nosotros quienes individualmente nos tenemos que salvar y trabajar para nuestros hijos, no olvidemos que este trozo de tierra es lo único que vamos a poder legar, lo demás son pamplinas.
Entre las muchas y maravillosas leyendas que circulan, desde el origen de los tiempos, hay una que especialmente me ha fascinado desde que era niño. Esta leyenda habla de la hermandad de los “Sabios Azules”, una hermandad que sólo se manifiesta cada mil o dos mil años (no recuerdo exactamente ahora). Y cada vez que lo hace es para buscar un hombre digno de recibir su conocimiento que ayude a cambiar la faz del mundo. Ese conocimiento lleva implícito otras ventajas muy codiciadas, como el acceso a la inmortalidad. Encontrarse con los “azules” es casi una garantía de que se nos va a entregar ese secreto.
Según algunos exégetas, ese momento, es un momento astrológico. No olvidemos que la cultura egipcia, es ante todo una cultura astrológica, como lo es la cultura maya, inca, azteca, celta y tantas otras de origen pagano. El amanecer de una mañana en la que, las estrellas de Leo ascenderán por el lugar de la “resurrección” en el Este y el pájaro Bennu, que los antiguos egipcios identificaban con la constelación del Fénix , marcará el Sur.
Éste es el momento, “El Tiempo”, como así también lo llamó el apóstol San Marcos, primer evangelizador de Egipto, ya que fue enviado allí por San Pedro, a la postre asentado en Roma, para buscar la más que posible iniciación de Jesús en los arcanos egipcios, durante su estancia en este país y, que de ser cierto pondría en peligro los cimientos de la Iglesia sobre la que se sustentaba el cristianismo.
Este “Tiempo”, hace referencia al periodo en el cual tendrá lugar la revelación, a ese hombre digno, del contenido del documento que el dios de la sabiduría egipcia, Toth, encerró en un cofre de piedra en el edificio del “Inventario” (situado en la sabia ciudad de Heliópolis y que se identifica en la mitología egipcia con el Santuario del Ave Fénix)) y que a su vez este cofre estaba encerrado en otros sucesivamente.
¿Y a qué viene esta clase de mitología se preguntarán mis dos o tres lectores? Sencillamente a advertir y señalar a que a lo largo de la historia hemos conocido a multitud de personajes que han ido en busca de este mito, que han visto en toda esta historia algo más que una leyenda. Su ambición los ha obcecado de tal manera que han perdido el contacto con la realidad, con el día a día, con lo cotidiano. No, han querido y lo han intentado, siempre por la fuerza de las armas, que no, por las de la razón. Recordemos personajes tan recientes como Napoleón o el propio Hitler (entre los muchos cientos de los que han existido).
Con este inciso sólo pretendo hacer ver que nuestra realidad es otra, es más simple, es ir construyendo nuestra historia pasito a pasito, que no necesitamos a salvadores, que somos nosotros quienes individualmente nos tenemos que salvar y trabajar para nuestros hijos, no olvidemos que este trozo de tierra es lo único que vamos a poder legar, lo demás son pamplinas.
.Al final sólo nos queda vivir en armonía con la tierra y con todas las cosas que se mueven sobre ellas
Proverbio indio
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