LA VERDAD ES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Vivimos en una sociedad en la que el choque frontal con lo cotidiano, con la realidad diaria, es permanente. Un choque que entraña un grave riesgo para quienes no somos capaces de cribar el bombardeo de información a que estamos sometidos; porque aunque resulte paradójico, actualmente vivimos más desinformados que nunca, y no precisamente por falta de ésta sino por todo lo contrario y sobre todo por un mal concepto del término desinformación.

Para mí desinformación en esta sociedad altamente tecnificada, es sinónimo de tergiversación y distorsión de la verdad. La demagogia frecuentemente utilizada, es un arma que en manos de los embaucadores profesionales contribuyen en gran manera a que a este teatro de las confusiones tenga muchas sesiones diarias.

Lo que preconizan algunos seudofilósofos y algún que otro petimetre intelectual de pacotilla (yo conozco a un individuo que en el apartado profesión de su DNI ponen “intelectual”), no tiene nada que ver con LA VERDAD, con esa verdad posiblemente utópica pero absoluta, de la que todos somos portadores a nivel cromosómico. Para algo habrá servido miles de años de evolución.

De aquí, desde esta tribuna, pido ante todo respeto y un continuo ejercicio de libertad responsable en todos los ámbitos de nuestra vida. Porque la verdad no puede verse limitada por decretos, ni normas de más que dudosa legalidad o procedencia, dictados desde el poder ejercido en muchas ocasiones de forma fraudulenta LA VERDAD es un patrimonio de la humanidad.

Lo que en estos momentos estamos viviendo, en esta sociedad de la globalización, no es sólo una traición a LA VERDAD sino una genuflexión ante los poderosos.

Por ello debemos negarnos a traicionar nuestra verdad. Podemos y debemos rectificar si nos equivocamos, es un privilegio que nos concede el ser libres; pero a lo que no debemos estar dispuesto nunca es a claudicar ante el poder establecido, o ante quienes en nombre de no sé qué se creen con el derecho de manejarnos a su antojo.

¡Eso jamás!

Decía Ortega y Gasset que la verdad es todo aquello que aquieta una inquietud. Y más de uno, hoy en día, nos sentimos más inquieto que nunca.

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