DEBEMOS INTENTAR VIVIR CON LA DIGNIDAD QUE NUESTROS MAESTROS NOS HAN INCULCADO
Qué curiosa y caprichosa es a veces la casualidad. Estaba
leyendo sobre la biografía del Papa Albino Luciani, JUAN PABLO I, cuando me
encuentro con la pastoral que al mundo del trabajo dirige a sus diocesanos en
1972.
“Es verdad que los
trabajadores deben resolver autónomamente sus problemas; pero también lo es que
toda la comunidad cristiana, en la que los trabajadores están insertos, debe
estar a su lado con la simpatía cristiana, la comprensión y la acción. Porque
los trabajadores sufren, cuando hermanos católicos no quieren reconocer que el capitalismo tiene
graves culpas, y con mucha ligereza llaman comunista a cada trabajador, que
luchan con energía por el reconocimiento de sus propios derechos”.
Es esta
“La voz que clama en el desierto”, a la que hacía referencia en mi
anterior artículo. Estas palabras pronunciadas a principio de los setenta,
cuando Albino Luciani era Obispo de Venecia, están hoy en plena vigencia y no
vendría mal que la Conferencia Episcopal, como máximo órgano de representación
de los católicos, se pronunciara de una vez por toda y, que volviendo a los
orígenes de su esencia y existencia, se
posicionara del lado de los trabajadores, de los que sufren, de los
marginados y de los desa
Yo, que no me siento representado por esta institución ni
por ninguna otra, voceo estas mismas palabras, con la vaga esperanza de que se oiga.
Atan
cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos […] ni con el
dedo quieren moverlas.
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