NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL SER PRINCESA
Erase una vez una semana de ensueño. De esas que uno
marca en el calendario de sus entretelas. Una de las muchas del calendario si
no fuera por como la has vivido. De forma muy diferente, con vértigo, con la
misma sensación de encontrarte con todo, cuando no has tenido nada. Porque
acaba en el momento menos oportuno, cuando nunca debería hacerlo. Sin embargo vivió, como Peter Pan, momentos
que sólo es posible en el “País de Nunca
Jamás”
Tenía muy claro por dónde empezar, aunque hay cuentos que los cuente como los
cuente tienen el mismo encanto, la misma fascinación porque ejercen el mismo
efecto de felicidad consumada tanto en el que lo vive como en el que lo relata.
Un éxtasis sólo comparable a la felicidad suprema.
En principio no tenía nada programado, confiaba en
que otros lo harían por él. Y así fue. Por ello gracia a, quienes con toda
seguridad se darán por aludidos cuando lean estas líneas.
Comienzo este pequeño relato con el feliz encuentro con la princesa de sus sueños. Asoma por sus
posesiones, por su “sancta sanctorum” y se
la encuentra jugando con su madre, con quién si no. Su reacción, fue la
de asombro, de incertidumbre y por qué no decirlo, de inquietud. Había osado profanar su mágico mundo, ese pequeño
reducto en el que fabrica día a día sus más bonitos sueños.
No sabe qué hacer ni que decir, como ella; pero recurre al más viejo de los actos
de amor: la acurruca entre sus brazos y la llena de besos. Quisiera decirle
tantas y tantas cosas que al final enmudece, calla y oye el coral sonido de su
entrecortada respiración. Se limita a mirarla con ojos vidriosos; le tiemblan
las rodillas como cuando era un adolescente y veía a la persona que desde
entonces le aguanta. Sin embargo, en el silencio, sólo roto por el silbido de
los besos, detecta una cierta
complicidad que sólo el tiempo descifrará.
Vive sensaciones incapaces de describir, pero las
vive de forma tan intensa que, aún hoy, le cubre como una segunda piel.
¡Qué bonita está! Piensa. Gracias a la madre que te
parió, a esos padres que viven por y para ti. Gracias porque cada día te hacen un poco más
feliz que el anterior y, siempre sin volver la vista atrás y sin importarles cuan lejano esté el horizonte.
Nada importa: sólo tú princesa.
No quisiera
olvidarse quienes de forma también muy directa son copartícipes de esa
felicidad, de ese Olimpo de sueños y
realidades tempranas; de ese templo
capaz de hacer que su princesa viva esos momentos mágicos que jamás olvidará y que está haciendo
de ella una niña, si cabe, más feliz aún. Gracias a sus maestras y maestros y
sobre todo muchas gracias a Sara, “su maestra”, porque no es sólo lo que haces,
que ya es meritorio, sino el amor con que lo haces, que es grandioso. Gracias
por cuidar de Amaia en ausencia de sus padres. Gracias por hacer que su vida sea
un perpetuo sueño mágico. Gracias por hacer que su felicidad traspase las paredes
de su casa. Gracias por tu paciencias.Gracias a sus amiguitos y
amiguitas. Gracias a todos.
Recordar es fácil para quien tiene memoria. Olvidar es difícil para quien tiene corazón.
(Gabriel García Márquez)
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