Cartas a mis hijos
Por Expósito Sailor
expositosailor@megasur.net
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Barbate a 5 de
diciembre de 2014
Queridos hijos:
Don Antonio Cánovas
del Castillo dijo una vez, no sé si acertadamente o no, que español es todo
aquél que no puede irse a otro sitio. Porque no poder salir de España, bien por
no tener una buena formación o por no tener recursos económicos suficientes se
parece más a una condena y no se puede condenar a nadie a ser lo que no quiere
ser. Don Antonio fue un político conservador que defendió el bipartidismo y la
esclavitud. Es decir, que si nos gobernara hoy este señor estaría a favor de
pactar con la segunda fuerza política para que no pudiera gobernar nuevos
partidos como Podemos. Y lo de los contratos basura que tan de moda a puesto
este gobierno, creo que es lo más parecido a la esclavitud. Son muchos, a lo
largo de la historia de España, los españoles que se han visto obligados a
emigrar, bien por razones políticas o bien, por razones intelectuales o
económicas. Por poneros un ejemplo, creo que bastante esclarecedor, os diré que
después de la guerra civil española fueron miles los españoles que se vieron
obligados a dejar sus casas, sus trabajos en definitiva sus vidas. Uno de ellos
fue don Antonio Machado, poeta que os recomiendo, no sólo por su talento
literario, también por su gran talla humana. “Soledades” y “Campos de Castilla”
por poner un par de ejemplos, son libros que, especialmente, todo joven está
obligado a leer, y entre estos jóvenes están ustedes dos incluidos. En fin, a
lo que iba, que mientras que don Antonio Machado abandonaba España por
cuestiones políticas, junto a su madre, muriendo al poco tiempo en Colliure
(Francia), su hermano Manuel se dirigía a Madrid para ocupar un sillón de la
Real Academia de la Lengua. El relato bíblico de Caín y Abel se repite
machacona y estúpidamente por los siglos de los siglos.
En los años sesenta y
setenta fueron muchos los españoles que se vieron obligados a emigrar por toda
Europa por imperativo económico y no sólo contribuyeron al desarrollo económico
de los países a los que emigraron sino que también ayudaron a mantener
equilibrada nuestra mohosa balanza de pagos. El objetivo de casi todos estos
emigrantes era ahorrar y volver. Desgraciadamente, la escasa formación de la
mayoría de estos obreros, una lengua extraña y diferentes costumbres, hacían de
muchos de estos hombres y mujeres personas desdichadas, que cuando tuvieron la
fortuna y la ocasión de volver a sus pueblos fueron nuevamente bautizados como
Pepe “el francés” o Manolo “el alemán”, porque españoles eran únicamente los
que no se pudieron ir.
Hoy son cientos de
miles los jóvenes bien formados que se ven obligados a buscar trabajo en Europa
entre otros continentes emergentes. Otra vez nos vemos obligados a empeñar
nuestras mejores joyas. Afortunadamente hijos míos, estos compañeros vuestros
no tienen esa mentalidad de emigrantes que padecieron sus padres y abuelos,
porque ellos además de sentirse ciudadanos del mundo, se engrandecen y
engrandecen a España más por irse que por quedarse.
Un beso muy fuerte a
los dos.
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