Barbate a 28 de mayo de 2015
Queridos hijos:
“Lo siento Fermín, la Guardia Civil ha perdido las elecciones, pero las ha
ganado la secreta que somos nosotros mismos”. Con estas palabras se dirigía el
cabo Santos a su compañero Fermín culpando al electorado de veleidoso en la
película “Amanece que no es poco”.
No
sé si el pasado lunes por la mañana os pasó lo mismo a vosotros en Cádiz y
Barcelona que a mí aquí en nuestro pueblo. Los buenos días eran más efusivos,
más alegres y las personas con las que te cruzabas te sonreían con la felicidad
que siente quien sabe que se ha quitado un peso de encima. Ahora las
conversaciones más frecuentes entre los parroquianos que comentan la prensa en
voz alta, son lo futuros y posibles pactos para alcanzar la tan ansiada mayoría
absoluta. Una mayoría, esa absoluta, que me parece a mí que han buscado estos
últimos años, con tanta fuerza precisamente esos políticos que en España
todavía no han aprendido a dialogar, que no tienen ni la más mínima idea de lo
que significa consenso y unanimidad. Un político honrado, que luche por la
transparencia de las instituciones estoy seguro que le va a interesar mucho más
la unanimidad que la tiránica mayoría absoluta. La mayoría absoluta se ha
utilizado generalmente para recalificar las parcelas de los hermanos y los
cuñados, para aplicarles su particular medicina a los distintos a los
diferentes, para privatizar lo común en favor de parientes y amigos. La
unanimidad debe ser enaltecida porque es la madre de la transparencia, de la
honradez, del sentido común, del respeto por lo público, precisamente por eso,
porque es de todos y porque lo mantenemos con nuestros impuestos, que han de
ser empleados para satisfacer las necesidades colectivas. La audacia, hijos, es
una destreza que se consigue conociendo nuevas culturas, mientras que la discreción,
se adquiere observando detenidamente los pliegues más profundos de las vísceras
del hombre.
Creo
que el electorado una vez que ha comprobado que el último melón que compró está
avinado, por no decir podrido, lo desecha y compra otro más fresco. Así de
fácil. La salud alimentaria, en este caso, no es ni veleidosa ni caprichosa. Es
supervivencia.
En
la memoria de muchos quedará muy pronto el coche oficial, las generosas dietas
mediterráneas, los viajes gratis, las inútiles construcciones faraónicas con la
sana intención de salvar al mundo del desempleo. Con gran tristeza se dirán:
“se acabó mirarse en los espejos de los carteles electorales, se acabó
preocuparse por la posición de las manos o por el color de la corbata”. Tendrán
que guardar la arrogancia y la soberbia porque en la vida corriente no les
sirve de nada. Inevitablemente dentro de poco muchos que se creían importantes se
van a convertir en personas, espero que normales, en terrícolas que pagan su
agua, su luz, su teléfono y sus casas. Bienvenidos al sistema democrático que
sabiamente quita y pone rey.
Como
siempre un beso muy fuerte.
Comentarios