Cada día me convenzo más de que somos un país exclusivo, y
no precisamente por lo que tenemos de especial, o por aquello que pueda
diferenciarnos de otro, que probablemente también lo sea, sino por lo que tiene
de excluyente. Aquí siempre se intenta excluir al otro por múltiples razones,
impedir que medre, que triunfe. Somos gente difícil, peleona y nunca nos
ponemos de acuerdo en nada.
Dice Ian Gibson en uno de los
pasajes de su novela “La berlina de Prim”, que los españoles discuten periódico
en mano y, ¡hay que ver las disputas que se producen! Nadie convence a nadie;
claro, cada uno se aferra a sus prejuicios. Sin embargo tampoco se nos puede
negar esa vitalidad, en ocasiones tan intensa que casi da miedo.
En España todo se improvisa
constantemente, dijo Benito Pérez Galdós, de ahí que los españoles vivamos en
perpetua interinidad. Sin embargo hay momentos en los que se siente invadido
por la luz de la razón, y goza de tal placer intelectual y creativo que lo
apabulla y lo asusta. Es entonces cuando, por encima de la estética de la
palabra y del discurso vacío, antepone la ética de la verdad. La verdad desnuda.
Hemos vivido últimamente cuatro
meses bochornosos. Durante este periodo, los partidos políticos no sólo no han
dado la talla, sino que sus líderes se han preocupado más de poner a salvo sus
culos que de dar con una solución a nuestros problemas. Puro teatro, un teatro
en el que ha prevalecido las vanidades, muchos han sido los actores secundarios
y los extras, mientras que unos pocos, presuntamente elegidos por la fortuna o tocados por una varita mágica los se han
repartido los papeles principales, la coreografía y encima han actuado de
directores y productores.
En estos momentos no son ni
siquiera capaces de ponerse de acuerdo en cómo hacer una campaña electoral más
austera, de acuerdo con la situación económica del país y con la lógica más
elemental. Esto es de risa sino fuera por el daño que de forma consciente o
inconsciente se está haciendo al conjunto de la sociedad.
Bueno y para terminar, sólo
ratificarme en lo de que España es un país excluyente con una breve reflexión.
¿Nos estamos dando cuenta de que las listas electorales se están haciendo más
por exclusión que por inclusión? Lo dicho: la España goyesca.
¡Ah! Por cierto, yo sé de uno que está excavando su propia tumba política y de una preparada para enterrarle, - No se trata ni de Juan Simón ni de su hija, claro está -
Los españoles somos un pueblo
que hacemos lo razonable cuando ya ha intentado todo lo demás.
(MANUEL AZAÑA)
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Hasta luego
Paco Gil (@PacoGilBarbate)
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