¿De qué huir?
Probablemente de muchas cosas: de esas que atenazan nuestra razón mientras damos rienda suelta a nuestra sinrazón, de
nuestro fanatismo incorregible, de ese espectáculo que nos desgarra a causa de
nuestra ancestral inquina por el vecino; de nuestras propias miserias, de esos
continuos conflictos con nosotros mismos, de ese sinsentido entre razón,
ciencia y religión.
De las imposiciones religiosas, políticas y económicas. Desearíamos dejar atrás viejas heridas, por muy enquistadas que
las tengamos por el paso del tiempo o por muchas cicatrices que nos hayan
dejado
De los fanatismos del signo que
sea, de la locura extremista que sólo nos conduce al precipicio; de quienes
continuamente piden misericordia cuando lo que necesitamos es
justicia. De quienes proclaman continuamente el dogma de la fraternidad y apuñalan a sus hermanos con el silencio más alevoso.
Nos gustaría huir, sabiendo que no
podemos escapar de ello, de todo lo que nos ata y nuestra razón es incapaz de
digerir, de lo políticamente correcto, de las prohibiciones.
Sin embargo, puede que por vanidad neguemos la posibilidad
de la huida. Sí, por vanidad, al fin y al cabo somos humanos y no sería justo
exigirle a alguien lo que no nos exigimos a nosotros mismos. Así que es mejor
dejar la vanidad tranquila porque al fin y al cabo ha sido y es un notable
motor del Progreso Humano y además ¿por
qué esa manía de querer encontrar explicación a todos los actos de la vida? (El
túnel de Ernesto Sábato).
Así que, para terminar sólo me queda reafirmarme en lo
dicho, y dejar claro que, a todos, en algún momento de la vida, nos gustaría huir
de nosotros mismos, simplemente porque somos un trocito de cada una de esas ataduras, de
nuestras propias miserias. De ese lobo estepario que todos llevamos dentro
Sé tu mismo, los demás puestos ya está ocupados.
Oscar Wilde
Hasta luego.
Paco Gil (@pacogilbarbate)
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