CONVERSACIONES VALENTÍN FUSTER Y JOSÉ LUIS SAMPEDRO: "EN MI HAMBRE MANDO YO - LAS TRES PREMISAS DE LA FELICIDAD
LA CIENCIA Y LA VIDA. CUARTA PARTE
CONVERSACIONES: “VALENTÍN FUSTER” Y JOSÉ LUIS SAMPEDRO
CON OLGA LUCAS
VF.- Valentín FusterJLSP.- José Luís Sampedro.
EN MI
HAMBRE MANDO YO
JLSP.- Respecto al tema
de la dignidad, sobre todo en países económicamente débiles o de economía
media, es un sentimiento muy arraigado, como lo es también el de la lealtad e
integridad. Una anécdota que cito con frecuencia y que viene muy a cuenta con
esto, es una historia narrada por Salvador de Madariaga en el prólogo de su
libro España a principio de los años
treinta.
Como sabes, en el campo, los jornaleros tradicionalmente
acuden a la plaza pública todas las mañanas a ver si los contratan en los
cortijos, haciendas y plantaciones para una jornada, una peonada.
Un día en un pueblo de Andalucía en periodo electoral de
aquellos tiempos de la
República , el capataz de un rico hacendado iba comprando
votos y chantajeando a los jornaleros. Hasta que se encontró con uno que le
tiró el dinero al suelo y le espetó: “En mi hambre mando yo”.
LAS TRES
PREMISAS DE LA FELICIDAD
VF.- Se vive en un mundo
tecnificado, acelerado, no hay tiempo para reflexionar fuera de la técnica,
como si nos hubieran subido a un coche que va en una dirección indefinida y sin
posibilidad de apearse. No existe reflexión.
Definí una sociedad pasiva en el sentido de falta de actividad.
De actividad física y de actividad, digamos, creativo-humanística que es lo que
necesita la sociedad occidental. Insisto en la falta de reflexión porque
solamente la reflexión puede ayudar, creo yo, a tener el tiempo suficiente para
mentalmente poder salir de este engranaje y alcanza la interacción social.
Se ha llegado a una interacción tal, que la gente, o bien
está cansada y se va a dormir, o si no está cansada, se va a divertir. Y con
esas conductas s está perdiendo algo fundamental: la efectividad en la
sociedad, la activación mental creativa que requiere la reflexión.
JLSP.-Con esta precisión,
ya se que hablas de pasividad en ese aspecto humanístico, comprensivo,
psicológico, digamos creador, y de ninguna manera afirmas que la sociedad sea
pasiva técnicamente hablando, sino todo lo contrario.
VF.- Nuestro sistema está
hoy, esencialmente, en manos de los economistas. Del poder económico depende
hoy hasta la ciencia; tú mejor que yo sabrás lo costosa que es la
investigación. Los economistas interpretan la realidad en términos monetarios.
Cada cultura tiene un referente general, el nuestro es el
dinero. Los antiguos, los clásicos decían: “El
hombre es la medida de todas las cosas”. Hasta los dioses, con sus líos y
sus historias, eran humanos. En el Medioevo la referencia fue Dios con la
teología por encima de todo. Dios era la medida de todas las cosas: En cambio,
en la Modernidad
el dinero es la medida de todas las cosas. Un ejemplo que suelo poner mucho a
mis alumnos es decirles: si el 25 de julio en Santiago de Compostela, en vez de
dar indulgencias, dieran exenciones a la contribución sobre la renta no habría
en España trenes suficientes para transportar peregrinos.
Los tres inventos decisivos para el paso de la
Edad Media a la Edad Moderna fueron la pólvora,
la brújula y la imprenta. La pólvora permitió acabar con los castillos, con el
feudalismo; la brújula permitió las grandes navegaciones, poder cruzar los
océanos y la imprenta permitió la difusión de las ideas. Pues resulta que los
chinos tenían esos tres inventos desde mucho antes, pero no usaban la pólvora
para la guerra sino para fuegos artificiales. Para un chino batirse con un
artefacto tan ordinario como la pólvora era un acto indigno de un ser humano.
La brújula también la conocían pero no la usaban, porque según su concepción de la vida, todo lo que
necesitaban lo tenían dentro, ¿para qué salir? No sentían la menor necesidad de
cruzar océanos para conquistar nuevos mundos. A ese propósito, hay una carta
muy curiosa en el siglo XVIII, un rey Jorge de Inglaterra (no recuerdo si III o
IV) en la que le anuncia la visita de un mandatario suyo al emperador de China
por cuya embajada le envía unos regalos, le propone entrar en relaciones y le
ofrece colaboración para cuanto pueda serle necesario. La respuesta del
emperador fue: “China no necesita nada de
nadie”. Es decir, con brújula y todo, vivían dentro de sus fronteras sin
necesidad de conquista o integración en el resto del mundo.
Y en cuanto a la imprenta, los chinos usaban unos bloques
de madera para la impresión, pero el arte de la caligrafía les parecía algo muy
superior y tan extraordinario que lo preferían mil veces a la tosquedad de la huella
de los bloques.
A nosotros, en cambio, la economía nos impone la
rentabilidad, la productividad, la eficacia y a ella se sacrifica todo lo
demás. Resumiendo, una de las enfermedades de esta sociedad, de la que se
derivan muchas otras, es la hipereconomicidad, la economicidad exagerada.
Hay que ser lo bastante radical como para considerar todas las opciones, pero tener la suficiente prudencia como para elegir la correcta.
(Más Platón y menos Prozac)
Hasta luego
Paco Gil (@PacoGilBarbate)
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