DÉJAME QUE TE CUENTE UN CUENTO


EL CAMPESINO Y EL CÁNTARO

Como cada año por estas fechas, me gusta despedirme y despedir la actividad de este blog con un corto cuento que, sin mucho esfuerzo, nos invite a reflexionar y sacar alguna conclusión que pueda servirnos para intentar que, en la medida de lo posible, reorientemos e intentemos corregir esas pequeñas  cositas con las que no estamos del todo contento. La moraleja que se encuentra detrás de esta narración tiene que ver con la autoestima. Cada cual que la interprete como quiera. Seguro que acertará.

Deciros que este cuento surge, como casi todo en la vida, por azar. De un paseo por la ciudad de Talavera de la Reina un día cualquiera del mes de este diciembre, cuando entro en una gran superficie y, como casi siempre también, me paro a ojear la sección de libros y, aunque parezca mentira, el primero que cae en mis manos es: CUANDO EL DESIERTO FLORECE, de la Editorial Aguilar y del que su autor PREM RAWAT, afirma que “es el libro que hace brotar tu sonrisa interior”.

Lo abro y ¡Oh! He ahí este cuento: 

En un lejano lugar de las montañas vivía un campesino que bajaba todos los días con dos cántaros de barro hasta el arroyo que cruzaba el valle y allí los llenaba de agua para regar su huerta.

Con los cántaros colgando en ambos extremos de una vara de madera, subía  por un empinado sendero hasta su terreno, que estaba en lo alto del cerro. Era un trabajo arduo, pero al hombre le gustaba mucho cuidar de su huerta.
Un día caluroso de verano decidió tomarse un descanso a mitad de camino y, al dejar los cántaros en el suelo, un guijarro hizo un pequeño agujero en uno de ellos. Meses más tarde, mientras el hombre dormía la siesta a orillas del arroyo, el cántaro que estaba intacto le dijo al otro:

- Tú no sirves para nada.

- ¿Por qué dices eso? – preguntó el cántaro agujereada.

- Porque tienes un agujero. Todos los días nuestro amo hace un gran esfuerzo para acarrear agua hasta su huerta, pero cuando llegamos allí, has perdido la mayor parte por el camino. 

Al oír eso, el cántaro agujereado se entristeció mucho y al día siguiente le dijo al hortelano:

- Estoy muy triste.

- Dime, amigo mío, ¿por qué estás triste?

- Porque cada día me llenas de agua y subes con gran esfuerzo hasta la huerta, pero para cuando llegamos, la mayor parte del agua se ha escapado por el agujero.

- Es verdad, tienes un agujero – dijo el campesino -, pero ¿sabes lo que significa eso?

- Significa que no sirvo para nada, que ya no puedo cumplir con mi función, que es contener agua - respondió el cántaro, sintiéndose aún más triste.

- ¿Te has fijado en el camino que sube a la huerta? –Preguntó el hombre -. Gracias a ti, la orilla del sendero ahora está lleno de flores. Cuando me di cuenta de que tenías un agujero, empecé a arrojar semillas a lo largo de todo el camino. Ahora el sendero está adornado de bellos colores, y las abejas vienen a recoger el néctar de las flores. Como ves, no eres inútil en absoluto.


Nadie ha sido nunca libre cuando ha seguido ciegamente a Dios, a la Patria, a la Idea para matar y, tampoco, para morir. – Rafael Argullol.

Con todas mis fuerzas deseo que tengamos un año que colme gran parte de nuestras inquietudes y que lo malo que nos pueda venir (que vendrá), nos sea lo más leve posible.

Hasta luego y muchas gracias por seguirme durante este año que acaba de irse, porque con él nos hemos ido un poquito de nosotros mismos. 

Gracias

Paco Gil (@PacoGilBarbate)



Comentarios

FRANCISCO NADALES FERNANDEZ ha dicho que…
Amigo Paco: Tu publicación,refleja tu sensibilidad personal y tu compromiso con las cosas que son valores permanentes.

Saludos.