PERIODISMO VS ANTI PERIODISMO




¡NO! NO TODO ESTÁ PERMITIDO

Probablemente me este metiendo en un fregado del que espero no tenerme que arrepentir, casi con toda seguridad será difícil que salga indemne de esta aventura, pero aún así no me importa; en ocasiones creo que debe uno moverse por los terrenos pantanosos que rodean la coherencia intelectual y ética que trazan el rumbo de mi quehacer diario diario.
Hoy vengo a exponer mis ideas sobre un tipo de periodismo que no me gusta, vengo a hablar de la antítesis de esta noble profesión y de quienes practican esta actividad de forma abyecta, torticera, calumniosa y difamatoria.

En mi humilde opinión los periodistas en general y los informadores (formadores) en particular, deben ser honestos no sólo con lo que exponen sino en cómo lo exponen. El tratamiento de la noticia no tiene por qué ser el vector de la verdad, no. La verdad como cualquier otro aspecto de la vida afortunadamente no es única, tiene múltiples aristas y por tanto muchos enfoques y tratamientos, pero como buen diamante debe tallarse con la precisión quirúrgica de un cirujano y el mimo profesional de un buen joyero.

La información lejos de inventarla, no se debe tergiversar  y muchísimo menos manipular con el objeto de que parezca otra cosa y así servir a los oscuros intereses de determinadas personas o entidades. Eso no sólo es fraude sino que socava el más básico de los principios del periodismo, la moral, la ética profesional en definitiva.

Suele suceder, y sobre todo se da mucho en la prensa digital, cómo algunas editoriales de gran difusión manipulan a los lectores sabiendo que son muchos los que exclusivamente  leen los titulares de las noticias así que, en una o dos líneas a lo máximo, resumen de forma sensacionalista lo que presumiblemente va desarrollar en el texto que sigue. Craso error, cuando el lector curioso se sumerge en los farragosos párrafos del texto encuentran que el contexto, en la mayoría de las ocasiones tiene muy poco que ver, en el mejor de los casos, con el titular. ¿Error? ¿Horror?, prefiero quedarme con la acepción más liviana, aunque algunos piensen que ni lo uno ni lo otro.

Es cierto por otra parte que es tal la información que constantemente nos llega, que somos incapaces de procesar, no somos capaces de cocerla al fuego lento de nuestro intelecto, lo que ineludiblemente da lugar a que no seamos capaces de modelarla con la necesaria pericia que nos permita dar una respuesta coherente y personal, libre de las ataduras que suponen las influencias mediáticas en la que estamos inmersos.


No es menos cierto que vivimos en una época en que la información rápida, escueta e  instantánea, sobre todo debido a las redes sociales y otros medios de comunicación de masas,  es la que prima y ante este fenómeno social son pocos los que estamos preparados para dar también una respuesta rápida y coherente a los mensajes que les llegan sin el riesgo de una metedura de pata. Con ello es más que probable que no nos estén informando mal, pero de lo que no cabe la menor duda es que no nos están formando y es este aspecto fundamental del periodismo el que se está perdiendo de vista. Hoy prima más la información de “aquí te cojo aquí te mato”, lo sensacionalista, lo rentable económicamente.  Formar y fomentar el espíritu crítico del ciudadano, de eso nada. Vosotros no penséis, que para eso ya estamos nosotros, vosotros dedicaros a consumir (en este caso información) que así seréis  más felices, porque los problemas, incluidos los vuestros, lo solucionaremos nosotros. Ese es el mensaje subliminal que nos llega y se instala en el subconsciente colectivo.

No hace mucho, no recuerdo dónde leía que hoy día hay determinado tipo de prensa cuyo objetivo final es la de formar lectores robots. Decía algo así como que el lector no está para pensar, está para creerse  todo lo que le echen, no para que piense analice y se haga una idea de lo que realmente pasa. El lector debe ser un mero recipiente de contenidos porque aún en el hipotético caso de que alguno cuestionara algo o detectase un error, estos se solucionan con un simple “lo siento me he equivocado, no volverá a ocurrir”. ¡Ay! El perdón, ese arma de doble filo que hasta en el peor de los casos deja desnudo al ofendido.

Hasta no hace mucho, los consumidores de información también éramos artesanos de las mismas. Las recibíamos, las procesábamos y elaborábamos una respuesta más o menos coherente, con más o menos fortuna, pero era nuestra, individual e intransferible, con lo que dotábamos no solo al emisor sino al receptor de ese carácter humanístico que ahora se echa en falta. Sin embargo eso ha pasado a mejor vida.

Que nadie se lleve a engaño, pensando que puedo ser un troglodita (sin vivir en las cavernas). Nada más lejos de la realidad, soy un enamorado de lo bueno que aporta las nuevas, tecnologías, de las redes sociales y de todo lo que tenga que ver con el progreso de la humanidad en su conjunto. Todo esto engrandece al ser humano en su conjunto, lo hace más libre y por ende debería hacerlo más justo, más pleno en su formación integral.
Por la misma razón desprecio  todo aquello que vaya en contra de mi concepto del ser humano en su globalidad. Aborrezco en este sentido aquella información que se salte en beneficio propio o ajeno  los principios de: informar, hacer pedagogía e incluso entretener, porque es, esta última, otra manera de formar buenas personas en el sentido más machadiano del concepto.

Existen demasiados medios de comunicación que, amparándose en el sagrado precepto de la libertad de información, hacen de su capa un sayo e incumplen hasta los principios éticos más básico del comportamiento humano. Y como en cualquier faceta de la vida, no todo es válido en el periodismo.

Es cierto también que la gran mayoría de los periodistas ejercen su profesión de forma honrosa y son escrupulosos no sólo con lo que publican sino en cómo lo hacen. A ellos mi más sincera enhorabuena y gratitud como consumidor de información y como persona.
Pero desgraciadamente, de todo hay en la viña del Señor, y existe un grupúsculo de malos profesionales, carroñeros de la desinformación, difamadores, creadores de corrientes de opiniones interesadas. Estos personas, que a diario están en todas las portadas de los medios sensacionalistas, en todas la mesas de debate (en la mayoría de las ocasiones de bufones), no están por ejercer de forma honesta su profesión sino como mercancía al mejor postor haciendo un flaco favor a su profesión y generando buenos dividendos a quienes ejercen o utilizan la información en pro de oscuros intereses. Son yihaidistas de la desinformación, talibanes del dogmatismo dañino más exacerbado,  profesionales del maniqueísmo informativo. Estos señores y señoras deshonran a la profesión, socavan los cimientos de la democracia y al mismo tiempo intentan de manera vana desprestigiar a sus colegas, si bien es verdad que en muy raras ocasiones lo consiguen porque siempre estarán en clara desventaja.

A estos cancerberos de las cloacas informativas, de las más obscenas profundidades del abismo de la desinformación, a estos, mi más sincera repulsa y desprecio.

Imágenes de distribución gratuita sacadas de Internet.

Gracias
Hasta luego


Quien quiera vivir entre justos, que viva en el desierto. Lucio Anneo Séneca.


Paco Gil (@PacoGilBarbate)

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