Ni que decir tiene la influencia que ejerce el clima y la orografía de un lugar en sus moradores. Podemos afirma sin temor a errar que marca carácter. La ciencia lo corrobora y la historia está llena de hechos consumados. Así, los árabes se han caracterizado siempre `por ser un pueblo paciente, acostumbrado a las adversidades de su clima, la falta de agua y los inmensos páramos que les es preciso salvar para comunicarse con los vecinos más próximos. Tanta inclemencia climática a predispuesto desde siempre el carácter de este pueblo, predisponiéndolo especialmente para la meditación.
Algo parecido ocurre con el pueblo griego, maestros del pensamiento, creadores de la Filosofía y precursores de las Matemáticas.
Estos dos pueblos se distinguieron en la antigüedad por el ejercicio de su actividad intelectual, herederos de los principios matemáticos de la India a los que desarrollaron, engrandecieron y difundieron por todo el orbe conocido. Esta la impronta con la que se distinguieron, una manera de ver la vida y hacer de ella un referente intelectual. Poesía desnuda como síntesis de toda una cultura y sabiduría ancestral. Esta forma de ser, desafió y derribó cualquier concepto de frontera, de espacio y tiempo. Hoy somos lo que somos en gran parte gracias a estos pueblos que, como otros, sembraron las semillas del ser humano como ente intelectual y moral; como referencia ética.
El autor del libro El Hombre que Calculaba, Malba Tahan, afirma que en esta obra se juntan dos facetas, a saber, Poesía y Matemáticas, lo que le imprime un carácter único, un encanto especial lejos de la aridez de los cálculos matemáticos. En El Hombre que Calculaba, se aúnan historias y leyendas, llenas de poesía, con un fondo matemático en el que profundizamos casi sin darnos cuenta y en ocasiones con evidente placer y satisfacción.
El Hombre que Calculaba es, pues, una obra eminentemente didáctica que cumple con el sagrado aforismo de que es preciso instruir deleitando.
No es mi intención extenderme más de los estrictamente necesario alabando las buenaventuras y virtudes de esta obra, que son muchas. Sin embargo me vais a permitir la licencia de invitar al lector a acercarse a ella, con la total seguridad de que no defraudará a nadie.
Ahora y sin más dilación voy a dar un doble salto mortal en la narración y proponeros dos situaciones en los que Beremiz Samir, El Hombre que Calculaba, intervino salvando situaciones que para el común de los mortales en ocasiones, podríamos tacharlas de forma benevolente, como poco, de engorrosas.
La herencia de los tres hermanos.
La primera de las historias cuenta la singular aventura de los 35 camellos que tenían que ser repartidos entre tres hermanos árabes. Se desarrolla así:
Viajaba Beremiz, junto a su compañero y amigo de viaje, camino de Bagdad cuando vieron en un albergue para camellos tres hombres que discutían acaloradamente. Gritando y gesticulando como posesos exclamaban:
-¡Que no puede ser!
-¡Es un robo!
-¡Pues yo no estoy de acuerdo!
Acercándose Beremiz al enloquecido grupo, trató de informarse de lo que discutían.
Somos hermanos explicó el más viejo, y recibimos como herencia esos 35 camellos. Según la voluntad de mi padre, me corresponde la mitad, a mi hermano Hamed Namir, una tercera parte y a Harin, el más joven, sólo la novena parte.
No sabemos, sin embargo, cómo efectuar la partición y a cada reparto propuesto por uno de nosotros sigue la negativa de los otros dos. Ninguna de las particiones ensayadas hasta el momento, nos ha ofrecido un resultado aceptable. Si la mitad de 35 es 17 y medio, si la tercera parte y también la novena de dicha cantidad tampoco son exactas. ¿Cómo proceder a tal partición?
- Muy sencillo –dijo El Hombre que Calculaba-. Yo me comprometo a hacer con justicia ese reparto, mas antes permítanme que una a vuestros 35 camellos el mío. Lógicamente a esto se opuso el compañero del Hombre que calculaba, pero éste lo tranquilizó así:
-No te preocupes, bagdalí. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a qué conclusión llegamos.
Tal fue la seguridad con que lo dijo que su amigo le entregó sin el menor titubeo el preciado animal.
- Amigos, voy a hacer la división justa y exacta de los camellos, que como ahora ven son 36.
Volviéndose hacia el mayor de los hermanos, le habló así:
-Tendrías que recibir, amigo, la mitad de 35, esto es: 17 y medio. Pues bien, ahora recibirás la mitad de 36, esto es, 18. Nada tienes que reclamar puesto que sales ganando con esta división.
Dirigiéndose al segundo heredero continuó.
-Y tu Hamed, tendría que recibir un tercio de 35, es decir 11 camellos y algo más. Ahora recibirás un tercio de 36, esto es 12 camellos. No podrás protestar, pues también tu sales ganando con la división.
Y por fin dijo al más joven:
-Y tú, joven Harin Namir, según la última voluntad de tu padre, tendrías que recibir una novena parte de 35, o sea 3 camellos y parte de otro. Sin embargo, ahora recibirás la novena parte de 36 o sea, 4. Tu ganancia también será notable como ves.
Hecho el reparto, concluyó con la mayor seguridad.
-Con esta ventajosa división que a todos a favorecido y por la que todas han salido contentos corresponden: 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado de 34 camellos (18+12+4). De los 36 camellos sobran por tanto 2. Uno, como saben, pertenece a mi compañero y amigo, el bagdalí; otro es justo que me corresponda a mí, por haber resuelto a satisfacción de todos el complicado problema de la herencia.
-Eres inteligente, extranjero, -exclamó el mayor de los hermanos-, y aceptamos tu división con la seguridad de que fue hecha con justicia y equidad.
El astuto Beremiz, tomó posesión de uno de los más bellos jamales y dijo a su compañero: sigamos nuestro camino hacia Bagdad.
Como podéis imaginar, en Bagdad fueron muchas las peripecias con las que tuvo que bregar El Hombre que Calculaba, sin embargo, entre las mil y una historias que de él se cuentan voy a relatar sólo una más. Seguidme, porque dice así:
Las veintiuna vasijas y los tres socios
Se cuenta que tres árabes se encontraban absortos en una discusión que, a juzgar por los expresivos ademanes, era enconada, como ocurre cuando la solución de un problema es difícil de hallar. Encontrábase un jeque observando tan acalorada refriega cuando observa perplejo como en la posada se encuentra El Hombre que Calculaba.
El jeque dirigiéndose a los tres musulmanes que discutían, dijo:
-¡Aquí tenéis al eximio calculador!
Luego, señalando a estos añadió:
-¡Aquí están mis tres amigos! Son criadores de carneros y vienen de Damasco. Se les plantea uno de los más curiosos problemas que haya visto en mi vida. Es el siguiente.
-Como pago de un pequeño lote de carneros recibieron aquí, en Bagdad, una partida de vino excelente, envasados en 21 vasijas iguales, de las cuales se hallan: 7 llenas, 7 mediadas y 7 vacías.
Quieren ahora repartirse estas 21 vasijas de modo de cada uno reciba el mismo número de vasijas y la misma cantidad de vino.
Beremiz, después de meditar en silencio durante unos minutos, respondió:
-El reparto de las 21 vasijas podrá hacerse, sin grandes cálculos. La solución que me parece más fácil es esta:
Al primer socio le corresponderán: 3 vasijas llenas, 1 mediada y 3 vacías. Recibirá así 7 vasijas.
Al segundo socio le corresponderán: 2 vasijas llenas, 3 mediadas y 2 vacías. Recibirá también 7 vasijas.
La parte que corresponderá al tercero será igual a la del segundo, esto es: 2 vasijas llenas, 3 mediadas y 2 vacías.
Según esta división que acabo de indicar, cada socio recibirá 7 vasijas e igual cantidad de vino.
En efecto: llamemos 2 –dos- a la porción de vino de una vasija llena, y 1 a la porción de vino de la vasija mediada:
El primer socio recibirá: 2+2+2+1 y esta suma es igual a 7 unidades de vino.
Cada uno de los otros dos socios recibirán: 2+2+1+1+1; y esta suma también es igual a 7 unidades de vino.
La solución dada por Beremiz fue recibida con mucho agrado y satisfacción, no sólo por el jeque sino por parte de los tres socios.
Así que el El Hombre que Calculaba se despidió de cuantos estaban en la posada y reemprendió su camino.
¡Ojo!. El avispado lector podrá inferir una segunda solución al problema, esta sería:
El primer socio recibirá: 1 vasija llena, 5 mediadas y 1 vacía.
El segundo socio recibirá: 3 vasijas llenas, 1 mediada y 3 vacías.
El tercer socio recibirá lo mismo que el segundo, es decir: 3 vasijas llenas, 1 mediada y 3 vacías.
Con esto concluyo este artículo con el deseo de que os haya gustado.
Un saludo
Bilbliografía
El Hombre que Calculaba. Malba Tahan
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El que no conoce la Matemática muere sin conocer la verdad científica. Schelbach
Paco Gil Pacheco (@PacoGilBarbate)
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