EL MÉTODO CARTESIANO. UNA MANERA DE CONDUCIRSE POR LA VIDA



Cogito, ergo sum”, (Pienso, luego existo) es la frase que le hace extraordinariamente famoso. Durante año, René Descartes, alterna con la élite de la intelectualidad europea y escribe sin parar, pero al conocer la condena contra Galileo, no se decide a publicar sus obras, sabiendo que no serán aceptada por la todopoderosa Iglesia.

En 1637 apareció su obra más famosa: El Discurso del Método que lo catapultó de inmediato a la fama y no solamente como filósofo, sino como matemático y astrónomo.
Esta es, a grandes rasgos, una semblanza del personaje que no sirve a otra cosa que a desempolvar los recuerdos de los que los tuvieran dormidos, y para aquellos que desconozcan su importancia histórica, se acerquen apasionadamente a la figura de este gran sabio.

Cuántas veces no nos habremos arrepentido de un determinado tipo de conducta, de una respuesta inadecuada o a destiempo, o…, qué se yo, de actitudes y comportamientos que en un momento determinado, convencidos de que actuábamos de una manera correcta, resultó ser un rotundo  fiasco, una respuesta precipitada o una actuación desproporcionada, inadecuada. Y, ¿todo por qué? Si tuviéramos la respuesta probablemente no erraríamos más  de lo deseado, más de lo estrictamente preciso, más de lo aconsejado. Pero el ser humano tiende a encariñarse con el obstáculo que dificulta su avance. Es así, no tiene ningún sentido negarlo. Podemos estar llenos de buenas intenciones, pero la realidad se impone y el factor humano, por mucho que intentemos ignorarlo o sobreponernos a él, nos pone siempre en nuestro lugar, dejándonos en evidencia ante nosotros mismos. Somos adicto a la estupidez y,  amigo, contra eso pocas píldoras o remedios. Somos como somos y lo mejor es aceptarlo cuanto antes y perdonarnos; ¿por qué no?, las veces que sean necesarias, ya nunca serán suficientes. No nos podemos permitir el lujo de tirar por los suelos nuestra autoestima. Los errores deberían servirnos para querernos un poquito más, es la única forma de mejorar.

Dijo Descartes: “Tenía muchas ganas de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso para ver claro en mis acciones y caminar por la vida con seguridad

Preocupado como estaba por encontrar una respuesta a la forma de proceder ante determinadas situaciones, aconsejaba a aplicar una serie de reglas a las que pretendía someter cualquier decisión importante  antes de actuar y que constituye todo un arte de pensar. A esta forma de afrontar los problemas más o menos complejos, a esta forma  de pensar, se denominó a posteriori, Método Cartesiano.

Este método establece una serie de premisas o reglas, con las que deberíamos estar familiarizados para aplicarlas antes de dar la solución o repuesta a un problema de cualquier índole.

La primera de sus reglas podríamos resumirla en: No aceptar como verdadera una cosa que no haya sido evidentemente reconocida como tal.

En segundo lugar, evitar cuidadosamente la precipitación y el prejuicio. La precipitación, porque el ser humano no puede comprender rápidamente lo difícil, lo complejo. Por ello deberíamos resistirnos a dejarnos arrancar una decisión por sorpresa e intentar no hacer jamás un juicio temerario (sensatez cartesiana). El prejuicio, porque casi nunca lo que parece suele ser la verdad absoluta. El ser humano tiene demasiadas aristas como para poderlo vez en su totalidad desde un solo ángulo.

Dejar, en la medida de lo posible, a un lado nuestros intereses. Descartes entendía, y así lo corrobora la realidad más obstinada, que todo lo que favorece nuestras pasiones puede parecernos verdad y no las contrarias. Las pasiones, en más de una ocasión han arrastrado a las personas hasta el absurdo, a la contradicción. Por otra parte la hostilidad no es garantía de independencia. Por el contrario, es una forma aguda del prejuicio.

El autor del Discurso del Método nos aconseja separar la razón de nuestras pasiones y emplearla debidamente, y para ello nos indica cierto número de reglas. Dirigir ordenadamente nuestros pensamientos partiendo de los más sencillos hasta los más confusos.

Dividir las dificultades en tantas partes como sea posible.

Hacer para todo, recuentos tan completos y revisiones tan generales que sea imposible olvidarse de nada.

Por sus características filosóficas y pragmáticas el Método Cartesiano sigue estando de plena vigencia. Es tan válido para nuestro quehacer diario como para el laberinto matemático sobre el que se basó.

Hoy día, posiblemente, dada la complejidad de las estructuras de comunicación global, se hace algo insuficiente, se quede cojo el método; pero, es puramente cuestión de adaptarlo a la situación social actual con los apéndices que cada cual necesite o les sea necesario en cada momento.

Como ejemplo tenemos la variable tiempo. ¿Cómo podemos conducir ordenadamente nuestros pensamientos, cuando la pregunta requiere una respuesta inmediata?, ¿Cómo no olvidarse de nada cuando los datos del problema son innumerables?

Como siempre dejo a lector la última palabra, la última reflexión. Al final siempre prevalecerá la verdad individual, su gran verdad.

Lo malo de la vida es que es siempre más compleja de lo que dicen los libros y consideran las leyes. El manuscrito de piedra. Luis García Jambrina.

#COVID2019
#YoMeQuedoEnCasa
#EsteVirusLoPararemosUnidos
#QuedemosnoEnCasa
#NoPodráConNosotros

Hasta luego
Paco Gil Pacheco (@PacoGilBarbate)

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