Para quien no conozca a Stéphane Hessel, basta retroceder
unos años y apuntalar una fecha y una expresión: la fecha 15 M (15 de mayo de 2011) y la expresión ¡Indignados! Aún así y todo basta consultar cualquier enciclopedia,
medianamente actualizada para ver quién era realmente. Por si acaso aquí os
dejo este enlace de la Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/St%C3%A9phane_Hessel
Para ir entrando en materia deciros que este es un artículo
resumen de su otro libro: ¡No os
rindáis! Por supuesto en la misma línea de rebeldía coherente que ¡Indignado! Así que sin más preámbulo
comienzo.
Stéphane Hessel conocía como nadie los recovecos del alma
humana, la grandeza y la miseria que pueden esconderse en el interior de cada
persona. No había ningún poso de amargura en su alma. El rencor y el odio le
eran ajenos.
Hessel se jactaba también de haber logrado sustraerse a
otros sentimientos humanos que juzgaba
aún más destructor que el odio: los celos.
Hessel transmitía honestidad y bonhomía. Consecuente consigo
mismo nadie podía acusarle de falta de honradez. Ni reprocharle que rehuyera el
compromiso.
El movimiento de los indignaos (15 de mayo de 2011),
heredero de una larga tradición española de lucha y resistencia en defensa de
la libertad y los derechos humanos, actuó como una auténtica sacudida de las
conciencias. El deseo de cambio que la impulsó está lejos de haberse agotado.
¿Qué sería de la cultura europea sin la cultura española?
¿Qué seríamos sin el Quijote? Don Quijote expresa el carácter español de la
rebeldía, pero es además un símbolo universal
de la lucha por el bien.
El movimiento de los indignaos, espontáneo y ajeno al mundo
e los partidos políticos tradicionales fue algo nuevo, la expresión de un
rechazo a las maniobras de una oligarquía, no únicamente financiera, que
pretende secuestrar el poder político. Y la manifestación de una sentida
reivindicación por una verdadera democracia. Fue una manera también, por parte
de los jóvenes, de manifestar su responsabilidad por otros canales diferentes
de los establecidos.
El problema, tanto para unos como para otros, es cómo
traducir este movimiento en una alternativa eficaz para cambiar las cosas.
En España se dio la paradoja de que los indignaos hicieron
caer a un gobierno de izquierda y contribuyeron a instaurar en el poder a un
gobierno de derechas, lo que demuestra lo complicado que es la interpretación
de este movimiento de indignados.
Sin embargo y a pesar de todo nadie puede negarle a este
movimiento el efecto que provocó a gran escala: remover las conciencias de una
sociedad que estaba abocada a caer en el conformismo.
Sin embargo no es suficiente con indignarse, es necesaria
que esta indignación se transforme en un verdadero compromiso. No hay que
quedarse en la protesta. Hay que actuar.
La situación de malestar y descontento socio político,
agravados por la corrupción y crisis económica puede llevar a algunos a
plantearse posiciones extremas. Los miedos y los odios no acechan a la vuelta
de la esquina. Sólo tenemos que asomar la cabeza para toparnos con los
extremismos.
Pero la historia ha demostrado de forma meridiana que la
revolución de las ideas totalitarias, no conducen a ninguna parte. Revolución y
totalitarismo son palabras que conducen una a la otra. La respuesta a esta
situación de crisis general de valores, debe basarse en una alianza de las
fuerzas democráticas reformistas en defensa de los valores democráticos.
No debemos caer en el error de rendir nuestras armas a
movimientos organizados y a ideologías que se apoderen de nuestras conciencias.
No permitamos que nos dicten lo que puede o no puede ser, no permitamos que nos
lleven a perder la confianza en nosotros mismos. Nos bastamos a nosotros
mismos, no necesitamos de un guía supremo.
No permitamos que se nos imponga el cambio a través de
acciones revolucionarias o violentas que destruyan nuestra convivencia.
La democracia es el objetivo, pero ha de ser también el
medio.
¿Ha sido la incapacidad de los indignados para organizarse
en un movimiento eficaz su principal talón de Aquiles? En cierto modo esta es
su principal debilidad. Pero también su grandeza. Un exceso de organización
puede ser también un peligro.
Los indignaos españoles han sido los suficientemente
prudentes como para haber evitado la tentación de ponerse en manos de un gran
líder incontestable. Nadie necesita una organización piramidal, donde unos –los
jefes- den las órdenes y los demás las ejecuten.
¿Qué hay detrás de este movimiento realmente? Pues ni más ni
menos que desembarazarse de las oligarquías que nos gobiernan y reconquistar
una auténtica democracia.
Se quiere que las responsabilidades de gobierno sean
asumidas por gente surgida del pueblo (preparada y competente, naturalmente) y
no por una pequeña casta que retiene para sí todo el poder.
Oligarquía.
Forma de gobierno en la cual el poder es ejercido por un reducido número de
personas que pertenecen a una misma clase social y conjunto de poderosos
hombres de negocios que se unen para que todos los negocios dependan de su
arbitrio.
El cada vez más poderoso movimiento oligárquico
internacional requiere más que nunca una auténtica remoralización de la vida
pública. Esta remoralización debe alcanzar a todos los sectores sociales, desde
el más humilde peón al más alto cargo de la administración.
Hay que levantarse y actuar. Nada se consigue sentado
cómodamente y quejándose. Hay que comprometerse.
Un método eficaz es infiltrarse en los partidos, de forma
responsable, y desde dentro cambiar aquello que no nos gusta, aquellas
actitudes poco democráticas en economía social y medio ambiente.
Si el funcionamiento de la democracia está hoy en día más
cuestionado que nunca, se debe fundamentalmente a dos factores:
1 . A la cada vez más patente y pujante influencia
de las sociedades oligárquicas.
2 . A la inhibición e indiferencia de la ciudadanía.
La transformación de la sociedad debe empezar por los
individuos. Por nosotros mismo.
Para terminar, recalcar que este artículo sólo pretende ser
un resumen del libro ¡No os rindáis!
De Stéphane Hessel. No ha sido otra mi intención que rendir un sincero y
sentido homenaje a este autor con el que me siento plenamente identificado. No
busquéis otra cosa porque no la encontraréis.
Como
siempre dejo a lector la última palabra, la última reflexión. Al final siempre
prevalecerá la verdad individual, su gran verdad.
La vida sólo es justa en la forma aleatoria
en que reparte sus golpes.
La hija del relojero. Kate Morton
Bibliografía consultada.
Wikipedia
PlanetadeLibros. España
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