¿Y AHORA QUÉ? EL DÍA DESPUÉS


Nos encontramos en la fase cero de la desescalada. A propuesta del gobierno se aprueba la cuarta prórroga del estado de alarma por mayoría absoluta de la Cámara de los Diputados, el día 6 de mayo de 2020.

A la esperada respuesta en contra de esta prórroga de VOX, se une la abstención del PP que en el día de ayer prácticamente tenía decidido el voto en contra. No obstante, esta abstención hace aún más patente, si cabe, su falta de compromiso de estado y solidaridad con el pueblo español. Una abstención más propiciada por sus propias contradicciones internas y presiones de sus varones, que por coherencia y dignidad democrática. Hoy, como ayer, el PP se ha retratado  junto a su homólogo (VOX) ante el pueblo español.

Parece que ha pasado lo peor de la pandemia, hemos dado lo mejor de nosotros mismos en todos los frentes pero…, ¿Y ahora qué? Lo más probable, y me indigna tan solo pensarlo, es que no ocurra nada, que volvamos a ser como éramos antes de este terrible azote; que nos despertemos como de una horrible pesadilla, nos lavemos la cara y comencemos donde ayer lo dejamos. Sí, el ser humano tiene una característica que le diferencia claramente del resto de los seres vivos, capacidad del olvido.

De todo es sabido, y así  nos lo enseña los que saben de esto, las posibilidades terapéuticas del olvido. Es necesario olvidar nos dicen, posiblemente con ello consigamos sanear nuestras mentes, ordenar nuestras ideas y procesar otras sensibilidades, otras emociones. Pero, sea lo que sea que haya que olvidar, lo hacemos con demasiada facilidad, con demasiada rapidez a veces, y no sé si esto es bueno.

Durante estos días y hasta meses, las muestras de solidaridad que hemos experimentado han sido muchas y su crecimiento ha sido exponencial; nunca nos hemos sentido más arropados, mas acompañados, dentro de las distancias que prudentemente aconsejaban las autoridades; nunca hemos deseado tanto el contacto físico de nuestros seres queridos y amigos como en estos días: una conversación banal, un mal chiste, una sonrisa cercana o una carcajada allí a lo lejos, una palmada en la espalda. Cosas tan cotidianas y a las que nunca hemos dado valor porque formaban parte de nuestro quehacer diario, algo asumido sin ninguna otra pretensión sin esperar nada a cambio. Durante estos días nuestra escala de valores ha dado la vuelta en gran medida, este maldito bicho nos ha golpeado con tanta fuerza que hemos sentido verdadero dolor físico. Yo al menos así lo he experimentado. Más de uno habremos vivido esta situación como real y al mismo tiempo de ciencia ficción, dos sentimientos que se retroalimentaban uno de otro.

En mi línea de positivismo permanente, me gustaría pensar que esto ha servido para algo más que para lamentar todo lo imbécil que somos, todo lo que teníamos y ese coronavirus nos ha quitado, nos lo ha robado impúdicamente. Soy de los que afirman que el HOMBRE es bueno por NATURALEZA y a lo largo de la historia hemos tenido muestras más que palpables de ello. En general, cada cual dentro de su ámbito ha dado lo mejor de sí mismo cuando ha sido necesario; como en estos momentos por ejemplo. Estas permanentes muestras de solidaridad han ido creciendo de forma inversa al desánimo que en ocasiones se apoderaba de nosotros y nos atenazaba. Ha habido momentos de tal dureza que pensábamos que caeríamos K.O., pero no; rápidamente hemos tomado aire y nos hemos repuesto. No llegamos en ningún momento besar la lona. Hemos vuelto al combate como se le exige a un púgil campeón, hemos seguido luchando  hasta contradecir, que ya es decir, la curva ascendente de Gaus.  Nos hemos negado a entrar en su campana, porque algo nos decía ¡levántate! Tendrían que elaborar otra campana, al margen de la del desánimo, en la que cupiesen los sentimientos de todos y cada uno de los que hemos estado en pie en esos momentos. Pero eso es imposible, desafiaríamos las leyes matemáticas, sería imposible construir otra capaz de albergar tantas y tantas emociones, tantas y tantas esperanzas unas veces frustradas y otras ilusionantes.

Y si la gran mayoría hemos sobrevivido a esta hecatombe qué decir de tantas y tantas personas que hemos tenido que dejar por el camino. Deberían quedar  gravadas a fuego en nuestros corazones. Ni podemos ni debemos permitir que estas muertes sean meros efectos colaterales, un mal necesarios, no;  debemos encontrarles un sentido, es nuestra obligación  Es nuestra obligación el tratarlas como algo más que el tributo que tuvimos que pagar por nuestras insensateces, nuestras altanerías, nuestros egoísmos y nuestras egolatrías. Si realmente tuviésemos el coraje necesario, deberíamos, por lo menos intentar, no olvidarlas, aunque suponga una muesca en nuestra salud mental. Quienes se han ido, en su mayoría han pertenecido a una generación que construyó esta sociedad ladrillo a ladrillo y la cimentó con su esfuerzo y sudor, y que al final, se han ido de la forma más injusta que se puede ir una persona, sin que ni tan siquiera sus seres queridos hayan podido despedirse de ellos, casi en silencio. Así que, por lo menos, no los olvidemos, porque este será nuestro gran homenaje, nuestro tributo.

Lo aceptemos o no, esta mierda de bicho nos ha colocado en nuestro sitio. Nos ha hecho mirarnos en el espejo de la realidad y darnos cuenta de que toda la parafernalia que nos adorna, es eso, puro adorno, espejismo al que hemos sacado a pasear y con el que nos hemos sentido a gusto pavoneándonos.

Pero, ¿nos servirá lo vivido para el día después?, ¿hemos aprendido algo?

Qué decir de nuestra primera línea de combate, de los flancos que han cubierto, de la retaguardia, de los reclutas que a última hora hemos tenido que incorporar a filas: sanitarios, trabajadores de la limpieza, del transporte, del sector de la alimentación, conductores de autobuses, taxistas, fuerzas y cuerpos de seguridad del estado,  nuestro ejército; no quisiera olvidarme de nadie y muchísimo menos de nuestros niños, esos grandes héroes, porque todos hemos sido necesarios, unos un poquito menos y otros muchísimo más.

¿Y de nuestra clase política. Quiero creer, porque lo necesito como persona y ciudadano de este gran país, que desde el gobierno se ha pretendido hacer las cosas lo mejor que han podido, un poco tarde eso sí y por supuesto mejorable qué duda cabe. Para quienes culpan al gobierno de todos los males, no olvidemos que estamos en el mismo barco, y que una cosa es hacer las cosas mal y otra hacer el mal. Ha sido un problema de tal calado que nos ha desbordado como a otros tantos países del mundo. Creo con toda sinceridad que deberíamos haber previsto, sino esta situación otras de menor calado pero de parecidas consecuencias. Sin embargo a toro pasado todo es más fácil. No obstante me reitero en que el comité científico debería haber sido algo más previsor, haber afinado más en sus conjeturas, porque datos y medios teníamos más que suficiente como para sospechar que algo gordo ocurriría.

No trato de justificar los errores que se hayan podido cometer, pero sí ponerme en su pellejo y creo honestamente, que ni en sus peores pesadillas podían contemplar tan dantesco escenario.

Miedo me da el pensar que fueran otros quienes tuvieran que haber gestionado esta pandemia. Sólo se me ocurren palabras de desprecio por esta política de vaivenes partidistas, que ha venido ejerciendo esta oposición ultraderechista. Lo único que le ha faltado es dar un golpe de estado. Sólo se me ocurren palabras malsonantes para su actitud. Nunca han estado a la altura. Y según los medios de comunicaciones europeos, ha sido la única oposición que no ha apoyado a su gobierno sin fisuras. 

Esta oposición más que perder unas elecciones, se comporta como si le hubiesen robado el poder. Pero en fin, la Historia la pondrá en su sitio y los españoles con sus votos también.

Ha habido políticos cuyos comportamientos han sido deleznables, han actuado como perros de presas y carroñeros cuyo único objetivo ha sido socavar el estado y la sociedad en general, han intentado pescar en aguas revueltas.

No quiero ni pensar cómo estos señores -por llamarlos de alguna manera-, y malas personas hubieran gestionado esta crisis, que, por otra parte han zancadilleado cuando de forma perversa privatizaban, a la chita callando, nuestro sistema sanitario público. ¿No se acuerdan de las crisis que ellos gestionaron? Sin dar nombres, seguro que a más de uno se le viene al lector a la cabeza algunas que otras situaciones críticas y humanitarias?
Tiempo habrá en el que unos y otros tengan que rendir cuentas, pero ahora lo que nos toca es arrimar el hombro a todos.

¿Y qué me dicen de Europa? Simple y llanamente que se le ha visto el plumero, se ha comportado como lo que es, un mercado de usureros al que las vidas humanas les importa un pimiento. Ya hubo un alto cargo en el Parlamento Europeo que dijo algo así como que, los abuelos vivían demasiados años.Para este viaje no necesitábamos alforjas.

Creo que ya sólo me queda hacer un breve comentario, no merecen más, a aquellas empresas corruptas, a esos fondos buitres que comercian con la vida humana, que especulan hasta con el último aliento del enfermo. Sólo siento desprecio por este tipo de personas, porque son ellas quienes manejan a su antojo estas empresas, dueños y señores de gobiernos, haciendas y personas. No todo en la vida es válido. No, no todo es justificable.

A los cientos de benefactores, empresas y particulares que de forma altruista, han puesto, unos, su grano de arena, y otros toda su capacidad productiva, energía y talento al servicio de la sociedad, del bien común. GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS.

Pero… ¿Y ahora qué?, ¿Qué hemos aprendido?, ¿En qué nos equivocamos?

Si me permitís, un par de conclusiones:

PRIMERA. O acabamos con este capitalismo salvaje, o él acabará con esta civilización tal y como la conocemos.

SEGUNDA. La vida humana jamás puede ser objeto de negocios.

TERCERA. En este nuevo orden económico mundial a que nos ha abocado este coronavirus, -Covid-19-, España, debe ser uno de los países que se asienten en él con una base sólida. Hay que luchar denodadamente por ello. Nos lo debemos a nosotros y sobre todos a quienes hemos dejando atrás.

Y algunas sugerencias:

Crear un sistema de concentración política nacional en el que tengan cabida todas las sensibilidades políticas, sociales y culturales con un fin común: apostar por España, por este maltrecho país, por quienes hemos sufrido esta calamitosa situación; por salir airoso cuanto antes de este embrollo en el que nos ha metido este maldito bicho.. 

Apostar sin miedo por nuestro sistema sanitario público. Será la ciencia y sólo la ciencia, quien una y otra vez nos salve la vida y la mejore. así que debemos apostar por la investigación en todas sus modalidades, hoy día, por la sanitaria como prioridad número uno

Potenciar la Educación Pública y una política social de solidaridad, bienestar y justicia social.

Incentivar el desarrollo de las nuevas tecnología, apostar por ellas sin ambigüedades. Podemos y debemos llegar a ser un país puntero, eliminando la brecha digital que ahora tenemos.

Desarrollar planes para que nuestra industria sanitaria no dependa de otros países. Debemos ser autosuficiente y competitivos en este marco. 

Racionalizar y potenciar nuestro tejido productivo, empresarial e industrial. Debemos ser un país competitivo y, de los de arriba de la tabla; capacidad y ganas nos sobran. Un sistema económico moderno y eficaz debería moverse atendiendo a intereses éticos y morales y no por el afán de enriquecimiento de grandes multinacionales. Primar lo social sobre lo individual.

Potenciar, modernizar y adecuar a la demanda del mercado nuestra agricultura, ganadería, pesca y sector servicios.

Aplicar políticas que generen empleos dignos y estables. No cejar en este empeño con el acuerdo y colaboración de todos los sectores productivos implicados.

Legislar contra las empresas buitres y carroñeras no sólo a nivel nacional sino internacional,  contra las empresas y empresarios que negocian con nuestras vidas. Durante estos días, la lucha desleal en la compra de material médico ha sido más que patente y totalmente deshumanizada.

No dejar que sean políticos corruptos o ineptos quienes tomen las riendas de nuestras vidas, quienes tomen las grandes decisiones sobre nuestro futuro.

Acabar con este sistema capitalista corrupto y ultra liberal que, como otros sistemas totalitarios, han demostrado su ineficacia, su perversidad y su maldad dejando demasiadas vidas rotas, demasiadas víctimas en el camino.

Potenciar el amor y protección a la Naturaleza, con políticas de desarrollo ecológico y de sostenibilidad  de verdad, no vale lo que hasta ahora las grandes multinacionales están dictaminando. La Naturaleza está tomando el espacio que le pertenece, su hábitat  natural.

En fin, nada que no sea razonable, nada que choque frontalmente con el sentido común. Sin embargo.

Como siempre dejo a lector la última palabra, la última reflexión. Al final siempre prevalecerá la verdad individual, su gran verdad.


¿Qué es un guerrero de la luz? Aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final por algo en lo que cree, … Manual del guerrero de la luz. Paulo Coelho

#COVID19
#YoMeQuedoEnCasa
#EsteVirusLoPararemosUnidos
#NoPodráConNosotros
#LoEstamosVenciendo
#LaLuzAlFinalDelTúnel


Hasta luego.
Paco Gil Pacheco (@PacoGilBarbate)

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