Sobreactuación política, Neoliberalismo y el síndrome de Munchausen


Que nuestra clase dirigente sobreactúa no es nada que sorprenda a nadie: lo hacen en el Parlamento, lo hacen en los medios de comunicación, también lo hacen en las redes sociales, lo hacen casi siempre y en casi cualquier lugar. Lo hacen sin el menor escrúpulo, sin pudor,  sin recato, sin el más mínimo respeto a la decencia que requiere la urbanidad y educación que se le presupone, aunque está por ver si también lo hacen en su vida privada; si es así, bueno…,  como decía aquel sabio de pueblo: “ca uno es ca uno y tiene sus cauná” . No seré yo quien juzgue los comportamientos privados de cada cual. El que se limite sólo a eso, a sobreactuar, no creo que tenga más importancia de la que cada cual quiera darle dentro del ámbito de su buen saber y mejor entender. Lo que ya no es lo mismo es que esa teatralidad persiga un fin claramente perverso, el de crispar, dividir y enfrentarnos; el de faltar a la verdad. Eso no, y, de la misma manera que creo firmemente que en política la mentira debería estar penalizada, estos tipos de funciones teatrales, estas pseudo-tragedias deberían estar, cuando menos puesta en cuarentena. No todo es válido en política, sencillamente porque no todo es válido en la vida.

Muchos políticos que se adjetivan de liberales, lo hacen sin tener muy claro la filosofía en la que se inspira esta doctrina del pensamiento. El liberalismo consagra entre otras muchas cuestiones el bien supremo de la libertad individual, pero también defiende la igualdad y la justicia, con la mínima intervención del Estado. Y cuando las tres patas de esta mesa están a la misma altura es cuando verdaderamente la democracia adquiere su pleno sentido.  Me viene a la memoria algo que leí (o escuché, no recuerdo bien) una reflexión que Don Salvador de Madariaga hacía sobre el término de liberal: "Como liberal que soy – decía – doy importancia mínima a lo económico, importancia mediana a lo político y la máxima importancia a lo humano”. Recuerdo que cuando la leí pensé: pero, dios mío… ¿En qué país vivimos?

Desde este planteamiento no podemos por menos que pensar que el concepto de liberalismo se ha prostituido, son demasiados los que entienden que ser liberal es abandonarse a los brazos del dios MERCADO,  que sea éste quien tome las riendas de la sociedad en general y del individuo en particular, abandonando la tutela del dios ESTADO, y ya sabemos lo que pasa cuando nuestra vidas las dejamos en manos de los dioses, y aparcamos a un lado el libre albedrío, ese del que tanto hablan las religiones cuando no tiene escapatoria argumental.

En este país, quienes enarbolan la bandera del liberalismo – neoliberalismo – son los mismos que aseguran que el actual gobierno nos tienen secuestrados, que carecemos de libertad, mientras en sede parlamentaria y medios de comunicación insultan impunemente a esos mismos que los tiene secuestrado y a otros colegas de distinto color. Esos mismo que no se pronuncian o justifican a aquellos que quieren fusilar a veintiséis millones de compatriotas. ¿Habrá tantas balas?

Son esos mismos individuos, los que gobiernan en ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, los que afirman que estamos bajo una dictadura social comunista y se preocupan más por los problemas de Venezuela que por los de España. ¡Increíble! Debe ser que aquí las cosas andan muy bien cuando nuestra prioridad es preocuparnos por lo que pasa allá.

Esos que justifican el bloqueo de la renovación de la justicia mientras afirman, paradojas de la vida, que el ejecutivo tiene secuestrado al Poder Judicial.

Presentan enmiendas a la totalidad y votan en contra de los Presupuestos Generales del  Estado, a decir de los entendidos, los presupuestos más sociales de la historia de la democracia.

Votan en contra de la nueva ley de educación porque ven peligrar su papel preponderante en el adoctrinamiento ideológico, así como su lucrativo negocio.

Votan en contra de la distribución de los Fondos Sociales para la recuperación económica de la UE, esos que nos pueden permitir paliar la profunda crisis económica y social en la que nos encontramos inmersos. Fomentan y hacen apología del odio con sus discursos de confrontación en contra de la inmigración de los pobres – porque de la otra inmigración calla - Su xenofobia racial y homofobia son proverbiales .Proponen y votan una cosa y su contraria. Intentan jugar a ser dioses cuando ni tan siquiera conocen al demonio. No obstante, ahí siguen sustentados por los votos, por muchísimos españoles, que, aún así y todo, confían en ellos, que lo ven con un halo de esperanza. Esa es la grandeza de la democracia, esa es también parte de la miseria humana.

No sé  cuántas cuestiones más podríamos enumerar, todas dentro del mismo rango de  Su coherencia y solidaridad nacional.

Ah! Sí, se me olvidaba, esos que a la chita callando y con una sonrisa socarrona y mal disimulada disfrutan cuando las cosas van mal, porque son partidarios de esa famosa sentencia: “Cuanto peor para muchos, mejor para algunos “. Os suena, ¿verdad?

No quisiera terminar sin hacer una breve mención a una patología psiquiátrica denominada : “Síndrome de Munchausen” - el provocar en una persona, normalmente muy querida, algún tipo de enfermedad, para después erigirse en su salvador, curando aquello que él mismo ocasionó -. Algún que otro político debería hacérselo ver.

Ahora... Abro un paréntesis

Me resisto a dar por finalizado este artículo sin hacer una somera reseña al filibusterismo (transfuguismo) político que estamos viviendo, disparando con pólvora ajena, con el dinero de todos los contribuyentes. ¡Qué lamentable espectáculo!. Actos de vandalismos, sinvergonzonerías, propios de miserables sin escrúpulos y de la más baja ralea. Que nadie intente convencernos de otra cosa. ¡Mentira! Es una lucha cruenta por el poder. Por el dinero.

Visto lo visto, me asaltan las ganas  de proponer un voto en blanco en general. ¿Por qué? Pues sencillamente para darle una lección de democracia a esos políticos, una minoría afortunadamente, que sólo están ahí para defender una ideología o para lucrarse  muchos de ellos, porque ya es hora de decir basta; basta ya de reírse en nuestras propias narices.  Como acto de rebeldía. Por coherencia. Por utopía pura y dura si quieren, pero basta de jugar con nosotros y menos aún en estos duros momentos en que muchos de los nuestros se han ido y todos estamos en riego. Llegado a este punto, tengo que darle la razón a uno de mis muchos críticos que me tilda de romántico de la política. Sí, es verdad, y lo reconozco sin problemas. Pero es que en estos momentos, precisamente ahora que va a salir este artículo, estoy más que convencido de que esta gente se están cachondeando de todos nosotros, y lo hace sin el menor rubor, con total impunidad, y lo que es peor, con nuestro total consentimiento. Señores, está en juego nuestra salud, y eso no es negociable Y, todo esto por no hablar de "ese señor" que declara ante una Comisión del Congreso, desde su casa con mascarilla. Joder, pero, ¿Quién se cree eso de que todos somos iguales ante la ley? ¿Tanto poder tiene este hombre? Algunos afines a él afirman que está por encima del bien y del mal. Lo mismo es el Anticristo y nosotros sin saberlo. Esto es un esperpento al más puro estilo de Valle Inclán. 

Cierro paréntesis

Como siempre, la última palabra, la última reflexión, como no podía ser de otra manera, es del lector. Por encima de cualquier opinión vertida en este artículo, está la verdad individual, tú verdad.

El objetivo de todo hombre no debe ser llegar a un punto, sino avanzar desde donde está. Platón.


Hasta luego

Paco Gil Pacheco (@PacoGilBarbate)






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