El placer que nos proporcionan las matemáticas radica en su profunda y a veces incomprendida simplicidad y belleza. Lo más complicado puede resumirse mediante una fórmula en ocasiones sumamente sencilla, pero que nadie se lleve a engaño, entre el inicio y el final ha tenido lugar una serie de complejos cálculos sólo al alcance de unos pocos. Este placer es algo puramente subjetivo y por tanto pertenece al reino de lo íntimo, como todos aquellos aspectos interiorizados que beben de las experiencias sociales y personales que van modelando a lo largo de toda una vida la personalidad del individuo.
El placer que puede sentir un niño cuándo por primera vez descubre la suma de dos cantidades, cuando es capaz de relacionar formas y colores, cuando sin tener ni idea, aplica la Teoría de conjuntos de Cantor, etc., es algo subliminal, algo que sólo él, en su extrema inocencia es capaz de explicar con una simple mirada, con ese brillo de cervatillo desbocado. Una experiencia que por mucho que los adultos intentemos comprender, ni tan siquiera somos capaces de imaginar, porque no es ni tan siquiera que ya la niñez nos pilla muy lejos, sino que desgraciadamente nos empeñamos en ir perdiendo, a marchas forzadas, la inocencia del niño para sumergirnos en el laberíntico mundo del adulto y del que algunos afortunadamente saben salir, escapar de él, y empleando sencillos y eficaces teoremas matemáticos volver a su estado primitivo, a la niñez, a la felicidad del cerebro matemático, al cerebro creativo.
Mi experiencia en este campo está llena de sobresaltos; aún recuerdo cuando por primera vez tuve conciencia de conceptos como las propiedades asociativas y conmutativas de la suma y multiplicación; una experiencia indescriptible. Tenía unos nueve o diez años y eso para mí fue el abrir la puerta de la mitológica Narnia, o cuando con posterioridad aprendí a demostrar el Teorema de Pitágoras y entré en el mundo de lo mágico; recuerdo esos momentos y los guardo en ese cajón que todos tenemos y que guardamos bajo siete cerraduras. El cajón de los momentos especiales, de los imborrables.
Por entonces aún no había leído Alicia en el País de las Maravillas y de él había oído que encerraba muchas matemáticas, por algo su autor, Lewis Carroll había sido profesor de esta disciplina y, oh!, descubrí que era cierto, lo me produjo una catarsis personal difícilmente explicable. Y es que, sentía realmente que las matemáticas eran magia, no había trucos, no era prestidigitación, es vivir en un mundo paralelo lleno de belleza en su mínima expresión.
O es que acaso no es pura belleza la Identidad de Euler, la fórmula de la Relatividad de Einstein, el mismísimo Teorema de Pitágoras, la Raíz de una ecuación de segundo grado, y tantas otras, que se nos hace imposible de enumerar.
Sin embargo hay que reconocer que en esta euforia cerebral, en esa misma interjección - ¡EUREKA!- , atribuida al filósofo y matemático griego Arquímedes, tras descubrir su más que reconocido Principio, hace su aparición una sustancia química llamada dopamina u hormona del placer. La dopamina es una molécula que actúa de neurotransmisor y está englobada dentro de la endocrinología conductual, que tiene como efecto directo la estimulación de la zona del cerebro en la que se origina el placer.
Son muchos los estudios que se han realizado sobre la dopamina y sus efectos placenteros, pero probablemente los más relevantes son los llevados a cabo por un equipo de investigación del Instituto de Neurobiología de la Universidad de Tubinga en Alemania. Este equipo, de neurobiólogos fundamentalmente, demostró por primera vez que la dopamina influye de forma muy efectiva en el cerebro cuando procesa reglas matemáticas..
En estos estudios no se demuestran con suficiente claridad los efectos positivos en el procesamiento de la información, lo que sí demuestra es que la corteza prefrontal de nuestro cerebro, es decir, el núcleo cerebral cognitivo, que usamos para el pensamiento abstracto está anormalmente suministrado de dopamina.
Los efectos de la dopamina se vuelven evidentes cuando el cerebro produce pocas cantidades de esta hormona, como sucede con la enfermedad de Parkinson. De hecho, el desequilibrio de dopamina puede conducir a diversos trastornos neurológicos -en particular de movimientos, pero también vinculados a las habilidades mentales-.
Para estudiar esta cuestión, los investigadores alemanes entrenaron a monos rhesus en la resolución de problemas matemáticos del tipo «mayor que» y «menor que». Los resultados obtenidos por el equipo fueron realmente sorprendentes.
La estimulación del cerebro, mediante la dopamina, de los monos hizo que las neuronas encargadas de estas reglas matemáticas tuvieran un mejor desempeño y, en consecuencia, que los animales distinguieran más claramente entre las normas «mayor que» y «menor que».
Como afirmaron los propios investigadores, el estudio proporciona nuevos conocimientos sobre cómo influye la dopamina en los procesos mentales abstractos y en la aplicación de reglas matemáticas simples.
Además de la importancia médica de los resultados de estos estudios, en el ámbito de la neurociencia se está empezando a comprender cómo las células nerviosas de la corteza prefrontal producen un comportamiento complejo, dirigido a un objetivo» afirma Torben Ott, uno de los autores de la investigación. De la misma manera que su contribución es de vital importancia para el desarrollo de medicamentos destinados a tratar enfermedades neurológicas.
De cualquier manera y tratando el tema que nos trae de forma tangencial, podríamos hacer referencia a aspectos meramente anecdóticos relacionados con las matemáticas y la felicidad. Como por ejemplo ese afán de búsqueda, en ocasiones desmesurado, que ha llevado a no pocos matemáticos a buscar y desarrollar una fórmula, <<su fórmula de la felicidad>>:
1.- F ≥ e - E. Lo que vendría a significar que la felicidad es mayor o igual que los eventos que ocurren en tu vida, menos las expectativas que tienes de la propia vida. Esta fórmula fue ideada por Mo Gawdat, que trabajó como alto ejecutivo en Google durante muchos años después de una experiencia traumática por la pérdida de su hijo, con el que había estado trabajando sobre este tema.
2.- F=R+C+V. Martin E. P. Seligman, psicólogo y escritor experto en psicología positiva, y durante varios años presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología, nos da la clave para resolver esta fórmula. En la que F es el nivel de felicidad duradera. R es nuestra genética heredada y por tanto inmutable (afecta bastante en la fórmula: un 50%). C las circunstancias y sí es susceptible de ser modificada (El lugar donde vivimos, nuestros estudios, el nivel social o económico, nuestras amistades, la salud, etc., son ámbitos en los que podemos ejercer cierto control, pero su influencia tampoco es excesiva). V es la voluntad, casi la mitad del resultado final porque este depende totalmente de nosotros. ¿Cómo reaccionas ante las situaciones? ¿Eres optimista o ves el vaso medio vacío? ¿Vives con valentía o tienes miedo de cualquier cambio? ¿Disfrutas cuando echas la vista atrás o sólo ves los fracasos y crisis de tu pasado? Trabajar en tu voluntad, en las elecciones que tomas, merece la pena. Y sí, afrontar las cosas de una u otra manera ¡es tu elección!
3.- V=(C+H)xA. Esta es la fórmula según Küppers, que viene a decir que el Valor es la suma de Conocimientos y Habilidades multiplicado por la Actitud.
4.- Según Eduardo Punset la fórmula de la felicidad vendría dada por la expresión:
Felicidad = E (M+B+P) / R+C
Es una fórmula compleja que explica en su libro El viaje a la felicidad. Punset señala que hay que tener en cuenta tres grupos: en primer lugar, los factores reductores (R), que son aquellos que contribuyen a reducir los índices de felicidad; en segundo lugar, la carga heredada (C), factores relacionados con la genética y la herencia cultural; por último, los factores significativos, que incluyen las emociones (E), el mantenimiento (M), el disfrute de la búsqueda y las nuevas expectativas (B) y las relaciones personales (P).
Y para terminar con esta retahíla de fórmulas que cada cual dice haber encontrado la piedra filosofal de la felicidad, os traigo la última y más enrevesada. Una nueva investigación de la University College London (Reino Unido) parece haber descifrado la fórmula de la felicidad mediante una ecuación matemática. Ahí la lleváis
Una fórmula tan compleja como posiblemente lograr esa felicidad a la que todos aspiramos, y por ello voy ahorrarme toda explicación, que además de tediosa sería inútil para la gran mayoría y aquí sólo pretendemos entretener, formar y en la medida de lo posible fomentar la curiosidad.
Acabo, no antes sin deciros que dentro de los número que conforman rarezas o curiosidad matemática, también existen los llamados Números felices, así como suena. Pero esto es harina de otro costal y por tanto objeto de un nuevo tratamiento.
En esta vida tienes que ser lo que eres, seas lo que seas, porque no vale asumir otro rol. ¿?
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
https://www.muyinteresante.es/salud/21760.html
Hasta luego y suerte
Paco Gil Pacheco (@PacoGilPacheco)
Comentarios