Las redes sociales como la inmensa mayoría de los programas informáticos, están bajo la tiránica influencia de los bots, de tal manera que esos mismos algoritmos que liberan al individuo de tareas tediosas y rutinarias, son a la vez quienes lo mantienen pegado al teclado y a la espera de dar una respuesta que no siempre suele ser la más acertada, aunque probablemente sí sea la más inmediata; gran parte de su éxito se debe a esta segunda característica.
Para los que las usamos de forma más o menos habitual, sin caer en sus “redes”, nos preguntamos ¿por qué se disfruta tanto buceando en las mismas? “Doctores tiene la Iglesia”, y son muchos los que dan respuestas de manera más o menos acertada a esta cuestión: neuropsicólogos, sociólogos, teóricos de la educación y en general personal muy cualificado en estas lides; así que no seré yo quien ose dar una respuesta, lo que no quita, que tenga mi particular visión y que a buen seguro, a medida que vayáis leyendo este artículo la iréis intuyendo.
Entre los usuarios de estas herramientas los hay que tienen varios avatares de muy distintas características personales, perfiles o como queramos llamarlo. Son usuarios con distintas cuentas, en cada una de las cuales desempeñan un rol distinto y con el cual se identifican perfectamente en cada momento. Asumen el papel de esos personajes de tal manera y con tal grado de realidad que existe un verdadero desdoblamiento múltiple de la personalidad. Su subconsciente asume el papel de ese alter ego de manera tan natural que es difícil, en esos instantes, discernir al personaje real del virtual.
Hay quienes ven en este tipo de comportamientos a personas que llenan un vacío social que solo es fruto de la falta de socialización. Con ello no trato de afirmar taxativamente que se trate de personas asociales ni mucho menos que tengan una acusada misantropía, no, claro que no; son simplemente personas, que simplemente se encuentran bien con y en ellos mismos, y en ese sentido elaboran un mundo más o menos idealizado que llena todas sus expectativas, y lo que es más importante, satisface sus demandas cotidianas.
Esos amigos -virtuales o no- que se tienen en las redes sociales puede chocar con los pocos amigos en la vida real, con la ventaja añadida de que cuando te hartas de cualquier cosa simplemente pulsa un botón, lo apaga y aquí no ha pasado nada, adiós, hasta luego. Sin embargo, esto no es tan simple, porque al final te quedas tú, contigo mismo, con tus fantasmas, con tus muertos (que todos tenemos) en esos armarios que no siempre sabemos airearlos lo suficiente o no encontramos el tiempo necesario para hacerlo.
Un amigo muy cercano, comentando un libro que casualmente habíamos leído casi al mismo tiempo y que trataba sobre este asunto, me argumentaba que en la mayoría de las ocasiones los múltiples avatares de un usuario no son más que antítesis de sus originales, porque llegan donde ellos físicamente no pueden o están en situaciones en las que por motivos personales no pueden estar. Decía, es una manera de proteger su verdadera identidad, su privacidad.
Es verdad que en más ocasiones de las que quisiéramos, esto puede utilizarse de manera fraudulenta y así cometer delitos, desgraciadamente es así. Sin embargo la gran mayoría de los usuarios de las redes sociales las usan con fines meramente divulgativos, para informarse o formarse. La inmensa mayoría de los usuarios, aún con perfiles falsos, lo que hacen, lo hacen sin ánimo de lucro personal o social. Intentan y en gran parte lo consiguen, liberarse de sus propias limitaciones y de su encorsetamiento social, personal e intelectual.
Ignorar o poner en duda el uso de estos medios de comunicación no conduce a nada y la historia nos demuestra que debemos huir de todo tipo de luddismo; ponerle puertas al campo es un suicidio evolutivo, así que no nos queda otra que ir con los tiempos, pero no como una forma de resignación sino como algo intrínseco al desarrollo humano; así que es una señal de inteligencia aliarnos con los avances tecnológicos que la sociedad actual nos demanda. ¿Es acaso una muestra de inteligencia ignorar tantas y tantas fuentes de información como internet nos ofrece? Dejemos al margen su mal uso, también un bolígrafo mal usado o una palabra mal encarada puede hacer mucho daño. ¿Es lógico cerrarle las puertas al futuro? Pensemos en una red social como por ejemplo Facebook que la usan, según un cálculo estimado unos dos mil millones de personas y que según estimaciones matemáticas está demostrado que prácticamente el diez por ciento de los perfiles en esta red social son falsos, es decir, unos doscientos millones. ¡No sería un suicidio intelectual ignorarla? Seguro que sí, ya que su existencia no hace más que corroborar la importancia que le damos a este medio y la importancia que muchos le dan al anonimato, algo imposible de guardar en el mundo real.
No sé si adjetivar de impostores a todos aquellos que usan perfiles falsos en las redes u otros medios de comunicación de masas, si atendemos al significado semántico del término no cabe duda que existe un cierto grado de impostura; sin embargo dadas las características peyorativas del concepto en sí, no me gusta en absoluto utilizar este término sin dejar de reconocer que, por supuesto puede haber un cierto grado de envanecimiento con el que hacer frente a una vida anodina en un mundo real que no gusta en absoluto. No vamos a negar, a estas alturas, que es muy común de que detrás de cada usuario falso puede haber alguien con un cierto grado de narcisismo importante, alguien que fagocite al personaje de verdad, a la persona real. Un personaje tan imbuido en sus propias mentiras que llegue a distorsionar la realidad, de tal manera que el personaje real y virtual formen un único ente.
De cualquier manera, como todo en la vida, nadie está en posesión de una única verdad, los dogmas afortunadamente han caído por su propio peso, y en donde unos ven un problema, otros ven la solución, porque no olvidemos que hay gente que se encuentran más seguro controlando su vida a base de golpes de teclado o clic de ratón que interactuando físicamente con sus semejantes.
En otros ámbitos sociales, es verdad que en determinados sectores intelectuales existe el temor de que Internet en general y las redes sociales en particular se apoderen de una cultura de la que algunos se sentían poco más o menos que propietarios de cuna. Sinceramente no entiendo este endogámico concepto. Mi idea de la cultura no es otra que la asimilación de cualquiera de las manifestaciones de la evolución intelectual y biológica del ser humano, y ésta es patrimonio de todos. Es un bien inmaterial al que todos tenemos no sólo derecho, sino la ineludible obligación de conocerla y ejercerla en cualquiera de sus manifestaciones. Nadie puede ni debe, ni tan siquiera intentar, poner trabas al derecho inalienable de conocer. Encerrar el conocimiento, aunque sea en una jaula de oro, sería el final de la humanidad.
Otras de las cuestiones que plantea el uso exacerbado, o mal uso, de las redes sociales es si estas crean personas narcisistas o simplemente acrecientan el narcisismo innato del usuario una cuestión que creo está más que aclarado en el contexto de este artículo y que se resume en ese aspecto tan caracterísco de la personalidad, cada vez más acentuado: la falta de comunicación con el entorno. De cualquier manera, tampoco es cuestión ni de dramatizar ni de minimizar el riesgo que supone un uso abusivo de las redes por cuanto puede llevarnos no sólo a distorsionar la realidad, sino a reemplazar esta misma por un universo paralelo , metaverso, cada vez más presente en nuestras vidas, pero que de momento no es real, sin embargo tenemos que permanecer ojo avizor, y no descartemos que sí lo sea en un futuro no muy lejano y para el que debemos prepararnos.
Ya es indudable de que estamos asistiendo desde hace algún tiempo a una nueva realidad, producto de una era digital imparable y para las que las nuevas generaciones tienen como reto el educar a sus hijos de una forma muy diferente a la que nos educaron a nosotros. Pensemos por un momento en el concepto de privacidad, asumamos cuanto antes que la verdad y la intimidad son cada vez menos importantes, porque esa extraña ubicuidad que genera las redes sociales nos hace cada vez más narcisista al buscar constantemente esa reafirmación que no somos capaces de obtener en el mundo real, con lo que nos estamos convirtiendo en una compleja y elaborada fusión de lo real y lo virtual ya que, la gente podrá ser lo que quiera gracias a la tecnología.
Sólo desearles a los padres de hoy la mejor suerte posible en la educación de sus hijos como consumidores y usuario de las nuevas tecnologías.
Quien dice yo soy una y otra vez, es por que no tiene a nadie que le diga, tu eres. Paco Toranjo. Cantaor flamenco.
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