EL PODER DE LOS DATOS: DE LA ALDEA GLOBAL AL CONTROL TOTAL



EL GRAN NEGOCIO DE LOS DATOS

Actualmente vivimos en la sociedad de los datos por antonomasia, quienes posean los datos tendrán el poder, controlarán el mundo y nos controlará a nosotros miembros de ese engranaje que hace que todo gire, hasta ahora más o menos de forma caótica y según las leyes de la entropía.

Si damos un paso atrás en el tiempo, podemos observar como la lucha por el poder siempre ha estado en función del control de los medios de producción.

Al principio de todo fue el campo, así pues en los tiempos más antiguos quienes poseían la tierra eran dueños y señores de vidas y haciendas. Surgen de este modo los señores y vasallos en sus múltiples formas más o menos sofisticadas.

En la época moderna la lucha por el poder y por ende por el control, se centra sobre todo en el control de las máquinas y fábricas, es la época de la Revolución Industrial hasta prácticamente antes de ayer. Surge de esta manera el capitalismo y el proletariado. Es verdad que entre las dos épocas han pasado cientos de años, la evolución ha sido lenta, pero se han mejorado bastante las relaciones de los trabajadores con los medios de producción, ha habido importantes mejoras económicas y laborales, derechos sociales, etc. Sin embargo existe una casi absoluta dependencia, a nivel de relaciones laborales, del trabajador respecto al empresario. Es precisamente en este contexto y desde una perspectiva equidistante cuando surge una nueva clase social, la tan manoseada clase media que viene a ser el espejo en el que se mira la inmensa mayoría de los trabajadores. Su objetivo no es otro que el mantenerse dentro de un equilibrio de bienestar y confort relativo, que le asegure al trabajador y a sus más inmediatos descendientes una nueva forma de vida y un trampolín para el logro de otros y más importantes logros sociales.


Llegamos al siglo XXI y casi sin darnos cuenta no vemos inmersos en otro tipo de lucha por el poder, ya no es necesario el control de los bienes materiales (esto se convierte en un objetivo que vendrá dado por añadidura), ahora la lucha se concentra en conseguir el mayor número de datos de cada individuo.

La carrera frenética, y con claros fines lucrativos, para poseer datos empezó en las postrimerías del siglo XX y principios del XXI con gigantes de la red como Google, Facebook, Twitter, WhatsApp y más recientemente Instagram entre otros muchos.

¿Y qué estrategia utilizan en esta guerra sin cuartel para hacerse con nuestros datos? Muy fácil: captan nuestra atención mediante el ofrecimiento de todo tipo de información gratuita, servicios, diversiones, relaciones de parejas, etc. Una vez han captado nuestra atención, venden nuestros datos (a veces datos personales e íntimos, que le damos de forma altruista no lo olvidemos) a anunciantes. De esta manera se da la lucrativa simbiosis: redes sociales y mundo de la publicidad.

Pero no nos engañemos, el verdadero negocio no está en absoluto en vender anuncios, sino en recopilar nuestros datos, cuantos más mejor. De esta manera no nos convertimos en sus clientes, sino en su producto.

¿Y qué hacen con nuestros datos? Sin meternos en muchas profundidades y sin mucho margen de error, se elaboran complejos algoritmos matemáticos que permiten a quienes poseen los datos manipularnos sin que seamos conscientes de ello hasta extremos inimaginables por la mayoría de las personas.

La manipulación no será ya sólo Orweliana, el Gran Hermano, la máxima expresión de nuestra esclavitud digital, sino que a un peldaño más abajo, nos encontraríamos con la anulación total de nuestra personalidad y de nuestra capacidad para decidir sobre cosas nimias, sin interés alguno pero en las que tendría que intervenir nuestra conciencia como ser humano. Esa conciencia que aún nos distingue de los robots, de la Inteligencia Artificial.

¿Qué sucederá cuando para tomar una decisión más o menos personal tengamos que preguntarle a Google: ¿Google búscame pareja? ¿Google qué comemos hoy? ¿Google…?


Para finalizar este pequeño artículo no se me ocurre otra reflexión que la de tener una conducta mucho más responsable y cauta a la hora de dar nuestro datos personales, que no pensemos que se lo estamos dando a una máquina capaz sólo de analizar y ejecutar complejos algoritmos, que se lo estamos dando a otro seres humanos que como nosotros pueden tener una mente más o menos perversas o más o menos benévolas, que sí tienen conciencia, que sienten dolor, alegría, amor, ira, etc.

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Comunidades Virtuales III. Refuerzo de la Autoestima y Narcisismo Virtual
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Tras los límites de la ciudad empieza el corazón de las tinieblas, la auténtica selva.
La conjura de los necios. Autor: John Kennedy Toole

Bibliografía consultada:

21 lecciones para el siglo XXI. Autor: Yuval Noah Harari.

Hasta luego.
Paco Gil (@PacoGilBarbate)

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